Hace un año, en Semana Santa, mientras el mundo se encontraba en suspenso, se erigieron millares de altares caseros alrededor del mundo entero. Cada televisor, celular o computadora se volvió indispensable para vivir la Semana Mayor. Recuerdo la manera en la cual las personas publicaban fotos de cómo iban viviendo su Semana Santa desde sus casas. Un año después, las cosas no han cambiado mucho. Pese a que las iglesias ya se encuentran abiertas, muchas de sus actividades han sido canceladas y en gran parte, muchos feligreses tienen miedo. Leí esta semana algo que decía: “Después de 17 siglos la iglesia está siendo nuevamente lo que tiene que ser, pocos que llenan las bancas, pero llenos de Dios.”
Cuando esta Cuaresma comenzó, yo era de las más emocionadas, como siempre. Saqué un cuadernito, busqué mis puntos débiles que debía mejorar y dispuse mi corazón para poder encontrar una verdadera conversión. Siempre he pesando que el camino de la cuaresma nunca es fácil, siempre es un reto, y que después de 40 días, da un fruto increíble. Pensé que este año sería igual a todos los años: un camino empinado, con situaciones retadoras, pero al final, un camino que me llevaría a la gloriosa Pascua.
Aunque comencé con la frente alta en mis ayunos y penitencias, perecía reiniciar casi a diario la cuaresma. El camino no solo era empinado, pero imposible. Por mucha mortificación que hiciera, parecía salir por la ventana cada día y medio. Rectifiqué mis intenciones miles de veces hasta el punto de dar por fracasada mi cuaresma y mi conversión anual. Acredité mi desidia y mi falta de amor a la imposibilidad de asistir a la Eucaristía a menudo y al sacramento de la reconciliación frecuentemente. Aunque mi oración era profunda y mi rosario constante, honestamente puedo decir que nunca había estado TAN mal portada en una cuaresma como este año. Fue tan deplorable mi comportamiento que dije: “Este año fracasé en la cuaresma. No hubo un cambio ni profundo ni real. Estoy tronada. Aunque llegue la Pascua seguiré en Cuaresma tratando de encontrar el cambio”.
Después de haberme dado por aplazada en la Cuaresma 2021, leí algo que me hizo reflexionar; y no es que me excuse, pero me puso en contexto. Y es que podemos tener defectos, estar ansiosos y vivir enojados, pero no podemos olvidar que nuestra vida es la empresa más grande del mundo. Si pensábamos que ser felices y en Dios es tener un cielo sin tormentas, un camino sin accidentes, trabajo sin cansancio y relaciones sin desengaños, pues estamos bien equivocados. Llevar un camino pleno no solo es disfrutar de las sonrisas, si no reflexionar sobre la tristeza. Vale la pena continuar el camino a pesar de los desafíos, malentendidos y periodos de crisis. El camino de la conversión no solo es llevar las penas con felicidad como sino nos nos enteráramos de ellas, es darte cuenta de tu fragilidad dentro de ellas y, sabiendo que pesan, seguir adelante, buscando un destino mucho más luminoso. Ser feliz camino al calvario es dejar de sentirnos víctimas de los problemas y convertirnos en los autores de nuestra propia historia, atravesando desiertos fuera de nosotros, pero logrando encontrar un oasis en el fondo de nuestra alma. Que nuestra vida se convierta en un jardín de oportunidades para ser felices a pesar de las caídas.
Mi cuaresma no está fracasada ni mi fe se encuentra en crisis. Si bien es cierto no vi los cambios como me los esperaba, pero aprendí a utilizar mis pérdidas para entrenar mi paciencia y mi perseverancia. Aprendí a usar mis errores para esculpir la serenidad. Use los obstáculos para abrir la inteligencia. Porque aunque no vea los cambios como los pensé, lo que más aprendí es a no rendirme, a continuar en el camino de la fe y a nunca renunciar a la felicidad.
Hoy, en pleno Viernes Santo 2021, me doy cuenta que Cristo NUNCA fue una víctima de las circunstancias, sino que siempre estuvo en control de toda situación y en todo momento. Hoy no contemplamos el reportaje de una injusta condena y un cruel asesinato, si no el relato de un misterio de fe, el de la cruz, cuya finalidad es atraer constantemente a cada persona y al mundo dentro del amor. Perseveremos, caminemos y sobre todo, nunca nos rindamos. Porque el mundo no necesita iglesias llenas de gente. Necesita gente llena de Dios.
¡Feliz Viernes! 😊
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