¡Impresionante! Ya estamos en el segundo viernes de febrero. Por lo que enero fue eterno, febrero va volando, lo que quiere decir que el amor también va de prisa. Hoy no solo es Viernes de Nicole, pero también hoy, hace 37 años, murió el brillante escritor argentino Julio Cortazar. También hoy, hace 72 años nació Joaquín Sabina, lo que hace este viernes sumamente especial para mi. Perfecto para versos y amor.
Hace precisamente un año, escribí un Viernes de Nicole dedicado a todos mis fracasos amorosos. Conté algunas de las experiencias “peculiares” que viví en el plano amoroso (creo que era tan trágico que daba risa). No es por nada, pero habían unas cuantas de esas historias que parecían escenas de una película de terror. Al final, como todos los Viernes de Nicole, concluía en algo positivo, que sin importar lo mal que me fuera, sin importar cuántas escenas terroríficas personalizara, yo seguiría buscando el amor, costara lo que costara.
Sin embargo, casi a mitad del año pasado, me di por vencida. Llegué a la conclusión que de plano, en una cuarentena mundial, mi vida amorosa no iba a cambiar. No había manera que conociera a alguien y ese “cumpliera” con lo que yo buscaba. Además de eso, yo estaba perfectamente feliz y contenta y sabía que mi felicidad era mi elección y no dependía de nadie más que de mi. Ya no quería seguir poniendo en mi corazón mariposas que solo revoloteaban, me volvían más loca de lo normal, y que al final del día terminaban letalmente fumigadas. Quiero aclarar que esto a mi no me traía ningún tipo de tristeza y mucho menos sentimiento de inconclusión a mi vida. Era una decisión racional que venía después de haber evaluado muchos elementos en mi.
Orgullosamente llegué donde mi mejor amigo a compartirle las nuevas disposiciones de mi vida. Cabe mencionar que mi mejor amigo es un sacerdote. Después de ponernos al día en todo, comer, confesarme, la eucaristía, mi amigo me sentó. Me escuchaba comunicarle que había tomado la decisión de dejar de buscar el amor de pareja en mi vida. Que si de amor se trataba yo era la más amada: tenía el amor de Dios, mi familia, mis amigos; amaba servir. Por donde viera mi vida, lo que menos tenía era falta de amor. Y con una convicción displicente, le manifesté que yo no tenia interés de encontrarme un “dundo más dundo que yo que me hiciera la vida de cuadritos”. Creo que en algún momento de mi emocionante disertación le dije “¡Ay mira! Cualquier cosa me busco un convento donde no me tenga que hacer monja, pero pueda vivir ahí y ayudar a la gente y estoy segura que estaré en extremo feliz.”
Con una mirada inconfundible mi sabio amigo, me quedo viendo y me dijo “¿Ya terminaste con este drama? Creo que si sacamos la idea del convento de la cabeza podemos avanzar.” Me manifestó que estaba muy bien que yo me sintiera a gusto con mi vida; que le daba gracias a Dios que yo me sintiera completa como ser humano y que me sintiera feliz, porque la misma es una decisión personal que tomamos a diario. Pero me reprendió y me dijo en mejores palabras, que me dejara de tonteras. Me dijo que me pusiera a trabajar en mi corazón y dejara de descalificar a todo el que se me acercaba. Que en la vida no hay gente perfecta y que yo tampoco era perfecta. Además, que cuando menos lo esperara, el amor tocaría a mi puerta y yo no encontraría qué hacer. Que la vida se trataba de insistir y nunca desistir. Fue muy claro cuando me dijo: “Nicky, pedile al Señor que te muestre sus caminos.”
Aunque la sacudida del sacerdote hizo eco en mi, estuve renuente a aceptarlo. Incluso pensé para mi misma “¡Ay este que va a saber de asuntos del corazón si a él nunca le ha ido como en feria.” Aunque tenía mis ideas encontradas, sabía que no estaba de más pedirle a Dios que me mostrara sus caminos. Así que mañana, tarde y noche, repetía la jaculatoria “Señor, muéstrame tus caminos”.
No les puedo decir que después de dos días todo cambió, porque no fue así. Sin embargo, algo si se movió, esas palabras si habían hecho eco. Mis caminos si iban cambiando de la mejor manera. Y de plano, sin yo saberlo, dos meses exactos después, mis caminos estaban más claros. Yo había olvidado una frase de Cortazar muy importante: “Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Cómo si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio... vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.”
Y así fue, dos meses después el amor ya me había elegido. Un amor que no requirió que la cuarentena mundial se acabara para crecer. Un amor que me dejó “estaqueada” a la mitad de una playa porque de verdad nunca lo vi venir. Un amor que me sorprendió y me hizo renunciar a mis nada firmes convicciones de dejar de buscar el amor. Fue tan firme, que pese a mis dudas y temores, decidí convertirme en heroína y arriesgarme a vivir una aventura novelesca. De plano, esa lluvia que te cala hasta el último hueso de la colita, NO SE ELIGE.
Después de mi renuencia de abrir mi corazón nuevamente a un amor que yo creía debía de elegir, me di cuenta que no es así. Que por mucho que nos queramos cerrar a la vida, el amor siempre encontrará una manera de colarse sin que nos demos cuenta. Nadie puede elegir ni cuándo ni cómo, solo debemos tener nuestro corazón dispuesto para dejarlo entrar.
Hoy más que nunca le doy gracias a Dios por mostrarme sus caminos; a mi amigo por ubicarme; a Cortazar por ponerlo tan claro y darme cuenta, como buena Sabinera que soy, que los amores que matan nunca mueren.
¡Feliz viernes y feliz día del amor y la amistad! ❤️
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