Estas últimas semanas me he dado el lujo de observar las actitudes de las personas. No sé si es la época del año, lo caliente que se está poniendo la ciudad con la entrada del verano, o simplemente es que el mundo está perdiendo su sentido.
He visto en esta última semana actitudes tan llanas y vacías, tan sin sentido que hacen perder la fe en el género humano.
¿Qué quiero decir con perder la fe en el género humano? Pues, que he podido observar que no estamos viviendo una vida con sentido, una vida con corazón. Una vida acorde a lo que profesamos y decimos. Que basamos nuestras actitudes en momentos y circunstancias, sin tomar en consideración realmente cómo nos sentimos.
Eduardo Galeano escribió, “Estamos en plena cultura del envase. El contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios”.
Mientras transcurría esta semana, varias de estas actitudes vinieron a mi atención. Mientras trabajaba escuché una persona desesperada preguntando por los días que se otorgaban de permiso si se muere un familiar. La persona meditaba en si tomaba o no la carga de trabajo a ella asignada, por si su familiar moría. Así pasó de lunes a miércoles y su familiar no se murió; en vista de esto, prefirió incapacitarse con tal de no trabajar.
Luego escuché a una persona profesar las palabras de amor más grandes, palabras bellas, poéticas y románticas; pero la cuestión es que las bellas palabras que profesaba eran eso, nada más que palabras. Sus actos reflejaban cosas distintas a todo lo que decía. Eran palabras vacías que al final, no hacían bien a nadie.
Esa es la cuestión, estamos viviendo, haciendo, y diciendo cosas que son vacías. Cosas que no tienen ningún efecto positivo, hacemos las cosas por hacerlas no porque realmente nos importen. Queremos agradar al mundo sin ver que realmente estas actitudes son nocivas. Nos preocupamos como dice Galeano de todo, menos de lo que verdad importa, de las cosas que realmente dan sentido a nuestra vida.
¿Creen que realmente a la persona desesperada porque su pariente se muriera le importa la enfermedad de ser querido o algo más sencillo como su trabajo? No. ¿Creen que si realmente la otra persona amara como dice sus actos y sus palabras coordinarían?
Al encontrarnos con gente así, caemos nosotros también en la “cultura del envase”. Creemos que esta actitud es tan normal, que incluso la copiamos y la adaptamos a nuestra vida. Empezamos a deambular diciendo cosas y teniendo actitudes que no dejan ni aportan nada positivo a nuestra vida ni a la de los que nos rodean.
¿Qué hacer ante un mundo que te impone “envases”? Simple, no caigas en ellos. Que cada cosa que hagas traiga a tu vida un sentido, una emoción. Que cada acción tenga un propósito. Que cada palabra sea verdad y combine con tus actitudes. Cuidar nuestra lengua de las cosas que prometemos, sin saber si las vamos a poder cumplir.
Probemos que Eduardo Galeano se equivocó. Que el amor vale más que cualquier cosa. Que cuando perdemos a alguien, se va de nuestro día a día, pero nunca de nuestra memoria. Que nuestras palabras tienen peso y lo reflejamos con nuestras acciones.
Vivamos una vida con sentido. Los invito a que sean honestos con sus actitudes y sus palabras y valoren que todo lo que están haciendo es con todo el amor y sentido del mundo.
¡Feliz Viernes! 😊
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