Recuerdo que hace un año estábamos todos atemorizados en nuestras casas. El mundo se había detenido y no sabíamos qué esperar. Las redes sociales se volvieron el medio número uno de comunicación, comercio y noticias que pudiéramos tener. Creo que absolutamente TODOS pasábamos pegados a nuestros celulares. De esta gran crisis mundial surgieron grandes ideas, emprendimientos y campañas. Todos estos proyectos cambiaron el universo de por lo menos una persona.
Puedo ser de las primeras en decirles que mi blog creció de una manera exponencial. Era mucho más leída, vista y comentada. Después de ir cuesta arriba por seis años, de pronto el Viernes de Nicole estaba de moda. Tenía una campaña que se dedicaba exclusivamente a la diversidad de héroes que habíamos tenido durante las primeras 6 semanas de pandemia, pensado que pronto veríamos la luz. El crecimiento fue tanto que me lancé a tener una línea de camisetas de El Viernes de Nicole; las cuáles, gracias a todos ustedes, han sido un éxito. Me atreví a mejorar mi página web después muchos años de tener algo bastante feo. Me esmeré en mejorar mis redes sociales, crearles un orden y publicar pensamientos de ánimo y buenas vibras a diario. Salí en programas de radio, televisión y en innumerables “lives”. El tiempo de cuarentena para el Viernes de Nicole fue de mucho crecimiento. Las personas escuchaban atentamente lo que tenia que decir y eso me hacía sentir bien.
A partir de agosto, mi trabajo oficial de abogada, me convocó a trabajar presencialmente. Después de dedicar un 50% de mis días a El Viernes de Nicole, pase a dedicar a más o menos un 5%. A medida la vida normal se reactivaba, mi actividad como “influencer” disminuía radicalmente. De pronto, alimentar mis redes me parecía un trabajo extra. Había que tomar una foto bonita; tenía que tener una imagen del color de la paleta de colores que escogí; salir peinada o maquillada no era realmente relevante, pero hacerlo, era un plus. Si les soy sincera, haber subido unas libras y tener un brote de acné también influyeron en dejar de publicar; hacer la reflexión para cada imagen, no solo superflua, pero que tuviera sustancia y contenido para las personas que lo leían.
Aunque me rehusaba a la publicación, sentía remordimiento y ansiedad por no hacerlo. Sentía que estaba fallándome a mi misma por no hacerlo, a las personas que me seguían porque tal vez mis mensajes levantaban su ánimo o los hacían reír por un momento. Había crecido tanto y pronto estaba de nuevo en el punto de inicio. Sin embargo, todo ese remordimiento no era suficiente para que yo hiciera el esfuerzo de dedicarme a mis redes como lo hacía en el tiempo de mi cuarentena. Y me empecé a cuestionar si realmente Nicole, era lo que El Viernes de Nicole proponía.
Navegando inconsecuentemente por las redes, como solemos hacer y, de cierto modo, en busca de la inspiración que necesitaba para volver a ser “relevante”, encontré una serie de imagenes que exponían la teoría de la ansiedad que nos generan las redes sociales. Era precisamente lo que estaba sintiendo. Exponían sobre cómo esta va mucho más allá de la cantidad de “likes” o seguidores que podemos conseguir con una publicación. Del miedo inconsciente que sentimos al ser descubiertos ante los demás por la imagen que nosotros mismos generamos en redes sociales, algo así como una farsa. Esa ansiedad que nos genera la necesidad constante de ser la persona que en las redes aparentamos ser, porque si somos verdaderamente honestos, aunque intentemos ser “reales”, NADIE es solamente lo que publica. Porque ser “real” va mucho más allá de salir sin maquillaje, quitarse los filtros, mostrar la celulitis y los gorditos, o simplemente aceptar qué hay días más cabrones que otros.
Y es verdad, ser real va mucho más allá del concepto distorsionado que tenemos de este, en base a maquillajes y filtros. Es tener conflictos internos y saber convivir con ellos, porque todos los tenemos. Ser real es cometer errores que jamás quisieras que tu comunidad se enterara. Ser real es tener secretos, miedo de decepcionar a personas que quieres en algún momento. Me parece a mi que no hay nada más real, que sentirse decepcionado de uno mismo en algún momento. Con esto no quiero decir que lo que mostramos a nuestra comunidad no sea “real”. Si no que la vida y el universo de cada ser humano va mucho más allá de lo que se puede revelar en 15 segundos de historias, 10 fotografías o 1 minuto de video. Porque nos vivimos editando constantemente.
Hoy quiero decirles, y decirme a mi misma, que eso que no mostramos también forma parte de nosotros. Que esa “pereza social” que podemos experimentar, no es pecado y que forma parte de nuestro universo. No permitamos que ese porcentaje de nuestra vida nos haga pensar que somos irrelevantes o dudar de nuestra valía. ¡Somos mucho más de lo que publicamos en nuestras redes sociales! No somos avatares virtuales a los que se les configura una personalidad. ¡Somos seres humanos!
Estoy aquí para decirles que nuestros fracasos, dolores, caídas y más de algún colapso nervioso que tenemos a diario (yo), son valiosos para nuestro crecimiento. El no publicar estos tropezones no nos hace farsantes ni hipócritas. Esta bien normalizar el no estar bien.
Así que después de mi desidia social de muchos meses, mis libritas de más y mis espinillas horrorosas, decidí de ser cada días más real y más auténtica. Saber que no publicar también forma parte de mi y no por eso dejar de ser relevante. Decido que está bien tomarse un respiro y alejarse de la ansiedad que pueden generan las redes, sin permitir que mi mente vaya más rápido de lo que va mi vida.
¡Feliz Viernes! 😊
Siempre espero VIERNES DE NICOLE me gusta leer sus artículos. Gr chiquilla bonita