Les tengo una historia. Creería honestamente que las historias comenzarían a aparecer como allá por marzo, pero empezaremos el año con pie derecho para aplicar estas anécdotas y convertirlas en lecciones para nuestras vidas.
La historia va así: Yo tengo dos amigos. No son amigos de toda la vida, pero por eventos en común en años recientes nos acercamos. Mis dos amigos eran muy cercanos, por ende, cuando de pronto los veía, siempre estaban juntos. La cercanía entre ambos fue creciendo hasta el momento de ser inseparables. Una relación muy bonita, muy linda. Con sus subes y bajas de toda relación, pero en esencia una relación muy linda.
Hace poco uno de ellos cometió una falta un “poco grave” contra el otro. Una falta bien difícil de obviar o reparar. Cuando yo me di cuenta por boca de uno de mis amigos, el afectado, inmediatamente tomé partido por su lado. No les miento, la noticia me cayó como balde de agua fría. Sentía que la falta “un poco grave” había sido cometida contra mi. Estaba que quería sacarle los ojos a mi amigo, el infractor. Hubo un momento que hasta dudé de la veracidad de los hechos que me habían relatado, porque me parecían irrisorios. Pasé, en cuestión de horas, por una montaña rusa de sentimientos, hasta que llegué a un sentimiento difícil de describir que era entre decepción y dolor.
Ya por la noche me encontraba hablando por teléfono con alguien muy cercano a mi y le comenté todo lo que yo estaba sintiendo debido a esa situación. Pacientemente la persona me escuchó despotricar contra mi amigo. Escuchó todo lo que yo tenía que decir y, finalmente, me dijo, “Si te puedo dar un consejo, no tomes partido. Tu amigo no te falló a vos. Vos tenes una relación individual con cada uno y no podes juzgar las acciones de uno basadas en los hechos relatados por el afectado. Mantenerse al margen evitará el drama en tu vida, y créeme que no queres ese drama en tu vida”. Vale aclarar que esa conversación fue extremadamente dulce, directa, clara y con un acento particular.
Al terminar la conversación, sentí que retrocedí a séptimo grado. Todo lo que esta persona me había dicho era cierto, y yo estaba contando un drama como niña de escuela. Me sentí feliz de que fuera llamada normal y no video llamada porque si no, no hubiera sabido dónde meter mi cara de la vergüenza.
La cuestión es que cuando escuchamos el problema de otros, que no nos incluye a nosotros, lo omitimos y nos creemos participantes directos del hecho. Juzgamos a la persona que cometió el error como si nos lo hubiera hecho a nosotros. Tomamos partido, decimos oprobios y estamos listos para freír viva a la persona, olvidando que nosotros NADA tenemos que ver en el drama y que nuestras relaciones son individuales, no grupales. Que por mucho que nos queramos solidarizar con la persona afectada, no podemos parcializarnos y perder una amistad.
El ser humano es así. Nos cuesta trabajo diferenciar los hechos de otros con los que si nos afectan directamente. Queremos juzgar y condenar a una persona por sus acciones sin que éstas realmente afecten en algún punto algún aspecto de nuestras vidas. Nos queremos solidarizar con las causas afectadas y por el lado que nosotros suponemos que es el correcto sin que esto realmente tenga algo que ver con nosotros. Lo peor de todo, es que vertimos opiniones y condenamos hechos sin realmente saber cuál será el desenlace de los mismos y si estos traerán un mejor propósito para las vidas de las personas directamente relacionas con el hecho.
Les puedo decir con todo el corazón que si la persona que me dio el consejo no me lo explica de esta manera, creo que yo hubiese seguido condenado a mi amigo y juzgado sus acciones. Si esta persona no me hace ver que yo REALMENTE no tengo NADA que ver en el asunto, posiblemente hubiese terminado una amistad. Claro, estoy en mi derecho de sentir empatía por el lado afectado, pero sin tomar partido del uno o del otro. Si yo hubiese visto esta magnífica lógica antes de que me lo explicaran, no hubiera pasado la vergüenza de ser una niña de escuela poniendo queja de las amiguitas. Me hubiera evitado el sube y baja de emociones y hubiera tenido mi mente tranquila.
Pero, como realmente no sucedió eso, ahora puedo compartir esta maravillosa lección con ustedes. La próxima vez que dos personas cercanas a ustedes tengan sus diferencias, hagan una pausa. Pregúntense en qué realmente los afecta a ustedes y si realmente ustedes tienen algo que ver en el hecho, antes de tomar partido. No marquen una diferencia, sean imparciales y pongan sus límites.
Después de la avergonzada que me llevé por ser demasiado emocional, tengo mucho más claras las cosas. Por fortuna, la avergonzada solo duró un momentito.
¡Feliz Viernes! 😊
Photo By: Laurie López
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