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Foto del escritorNicole Vaquero

Solidaridad

No se si lo han notado, pero últimamente me cuesta un poco más de lo normal escribir el viernes de Nicole. No es que le haya perdido el sabor o el gusto, pero hay días en los que me siento cansada o abrumada y me cuesta. Hace días no tengo el sentimiento de “¡Uy! Que bueno me quedó.”

Ayer participé en un “Live” como una influencer cristiana. Me encantó la idea y la persona que lo organizó es alguien a quien yo le tengo mucho cariño y sobre todo una enorme gratitud. Compartí el escenario virtual también con otras dos muchachas que influyen a diario a través de sus redes sociales. Fue una hora muy bonita y creo que logró su propósito: Inspirar a las personas.

Una de las preguntas que surgió anoche fue “¿Por qué lo haces si no vivis de esto? ¿Por qué le dedicas tanto tiempo?” Y la respuesta de una de mis homólogas me encantó. Dijo que ella tenía una responsabilidad con su comunidad y después de tanto tiempo de estar haciendo esto, ella ayudaba a través de sus mensajes y sentía ese compromiso de no fallarles. Que para ella, tener esas interacciones y estar preocupada por su comunidad y viceversa, era fundamental. Cuando a mi se me preguntó, respondí que mi comunidad no es tan grande como la de ellas, pero que yo sentía que si mis escritos podían ayudar a una sola persona, yo me daba por satisfecha.

Como siempre lo he dicho, Dios y la vida tiene una manera casi que instantánea de enseñarme una lección y de mostrarme cuán equivocada puedo estar. Yo me quedé con las palabras de “yo tengo una comunidad” y las “interacciones con mi comunidad” de mi homóloga y me dieron vuelta por varias horas. Pensé para mi misma, qué bonito sentir eso de llegar a tantas personas y ayudarlas; tener esa responsabilidad y compromiso hacia ellas.

Después del Live, llegué a mi casa ya algo entrada la noche. Cuando entramos a mi casa junto con mis papás, de inmediato llamé a mi perrito Arrow para saludarlo. Pero Arrow no apareció. Lo llamaba y lo llamaba, y no llegaba. Tenía ese sentimiento de saber que se había extraviado. Sin embargo, lo busqué por todos los rincones de la casa. Cuando no apareció, mi mamá y yo salimos a las calles a buscarlo. Mi hermano salió después, y por último mi papá. Todos andábamos de madrugada gritando por las calles, buscando a Arrow. Creo que ni la Llorona ha gritado tanto en la madrugada, como nosotros anoche. Todo fue inútil. El perrito no aparecía por ninguna parte. Terminamos agotados y sin ninguna respuesta. Al llegar a mi casa después de la búsqueda inútil, decidí subir una foto a mis redes solicitando ayuda para encontrarlo y mi papá también decidió ponerlo en el chat de la colonia.

Después de pensar que mi comunidad no era tan grande y que no llegaba a muchas personas, me encontré con la sorpresa de la cantidad de personas que estaba ayudándonos a buscar a Arrow con sus redes. Me encontré con la sorpresa que la gente compartía la foto de mi perro con el único y exclusivo propósito de ayudarnos a encontrarlo. Las personas se identificaron de inmediato. No les importó que fueran las 2, 3, 5 o 7 de la mañana, nos estaban tratando de ayudar.

Me di cuenta por las interacciones de las personas, por el interés de la gente, que estas podían no identificarse conmigo en el día a día, pero que en un momento de angustia tan grande como el que vivimos ayer y hoy por la mañana, fueron muchísimos los que se involucraron. Pude sentir el amor y el apoyo de las personas. Mis vecinos, al ver mis publicaciones, salieron por la mañana dejando a un lado sus quehaceres matutinos, para ayudarnos en la búsqueda; preguntando en las calles por él, con el único propósito de ayudarnos. No había otro interés más que ayudar.

Esa es la cuestión: creo que después de estos meses en los que nos hemos visto bajo el agua, nuestra percepción de las cosas ha cambiado. Antes colaborar era para nosotros dar la milla extra, poner nuestro granito de arena, pero ahora hemos descubierto que es la ÚNICA posibilidad que todos tenemos de salir adelante. Ser solidarios el uno con el otro, con nuestra comunidad es lo único que tenemos. Este año ha cambiado radicalmente nuestra manera de pensar, nos ha dejado un profundo sentido de solidaridad y apoyo a las personas que nos rodean aunque no las conozcamos. Tener una comunidad, un grupo de apoyo, que está ahí aunque no lo sepas todos los días, es realmente algo que cambia e impacta vidas. Creo que no conocemos el valor de estas interacciones hasta que nos hemos vemos en este tipo de situaciones.

Las palabras de mi homóloga siguen haciéndome eco. Me di cuenta de la importancia de tener una comunidad tan unida. De dejar huellas, aunque no hables con las personas a diario. Pese a las ocupaciones del diario vivir, las personas se tomaron el tiempo de compartir una publicación, llamar a alguien que nos conocía para decirnos que lo habían visto y finalmente, todas las personas que salieron a buscarlo con nosotros. Y a todos ellos, nuestra gratitud total. Al final del día, la solidaridad no es un acto de caridad, si no una ayuda mutua entre fuerzas, que luchan por un mismo objetivo. ¡Feliz Viernes!

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