El domingo pasado leí un artículo que me llamó mucho la atención. El artículo se centraba en el hecho de que los premios Oscar, por primera vez desde su creación, no habían tenido un anfitrión principal y, aunque muchos tenían sus dudas, fue la edición más vista en mucho tiempo. Entonces la autora hablaba de cómo nos acostumbramos a ciertas cosas de las cuales podemos prescindir y que no resultan necesarias. Ella continuó su artículo con temas un poco más políticos, más de país, que en cierta medida le afectaban, pero ella realmente podía vivir sin darse cuenta de todos esos embrollos.
Después de la lectura, yo medité, “¿qué siento yo que es imprescindible para mí? ¿Sin qué realmente no puedo vivir”?
Comencé a enumerar todas las cosas importantes en mi vida. Todo aquello que yo hacía, pensaba, veía y escuchaba. Cada cosa que en mi diario vivir se había vuelto “imprescindible”. A medida iba llenando la lista y viendo de lo que llenaba mi vida a diario, me di cuenta que habían muchas circunstancias de las cuales yo podía prescindir.
Estas son algunas:
Primero que nada yo podría prescindir del escándalo y el sensacionalismo que a diario nos promueven los medios de comunicación. Yo soy de las personas que lee las noticias, estoy al pendiente de lo qué pasa, pero honestamente, ¿qué me trae eso de bueno? Me trae angustia, me trae inquietud, me trae ansiedad y me trae enojo. Hoy en día, si queremos saber algo, corremos a las redes sociales. Nuestra mayor fuente de información resultan las redes sociales y ni si quiera nos interesa si la misma es verdadera o falsa. Realmente, ¿qué tan importante me resulta vivir atada a algo que no nos trae nada positivo? Pensé para mi misma, que la adicción a este sensacionalismo y a este escándalo que nos promueven las redes y medios de comunicación es algo que, sin lugar a duda, podemos bloquear de nuestras vidas y ser mucho más selectivos a qué clase de información nos exponemos a recibir y qué realmente alimenta nuestro conocimiento.
Otra de las cosas de las cuales podría prescindir sería de plano de los rumores y los chismes de pasillo. Aunque no lo queramos admitir, todos en algún momento hemos caído en esto. Sea para bien o sea para mal, sea inocentemente o no, hemos vertido comentarios a veces sin conocimiento de causa. Llenamos nuestra boca de aquello que creemos y lo emitimos, sin considerar las consecuencias que esto podría traer. Es hasta que somos víctimas del escrutinio de otras personas que nos damos cuenta de lo que nuestros comentario sin fundamento, llenos de ira, envidia, rencor o simplemente entretenimiento, pueden hacer a los otros. El que otro venga a llenarme la cabeza de cosas, no me da razón a mi para aumentarle, tampoco para repetirlo y mucho menos para hacer un daño.
Me di cuenta que también podía prescindir de las expectativas. A veces tenemos una idea fija de ciertas cosas. Nos acomodamos a ciertos patrones de vida o a ciertas ideas preconcebidas de cómo deberían ser las cosas o las personas, y es que nada en la vida es seguro más que “la muerte y los impuestos”. Nosotros llenamos nuestra cabeza de ideas y expectativas de cómo suponemos que las cosas deberían de ser o de pasar, pero realmente nada de eso está bajo nuestro control. Tenemos que estar dispuestos a cortar nuestros apegos a ciertos estereotipos para realmente vivir nuestro presente y bloquear aquello que nosotros creemos que “debería de ser”.
Cuando terminé de leer mi lista, me di cuenta de las cosas que si son imprescindibles para mi, que realmente me forman, me edifican y me hacen una mejor persona.
Primero que nada debo decir algo imprescindible para mí es mi fe y amor por Dios. Sin importar lo duro del momento, del día o de la vida, en cada instante Dios esta conmigo. Al entregarle a ÉL mis cargas, éstas se hacen más llevaderas, mi vida se inunda de paz y tranquilidad. Y sé, sin temor a equivocarme, qué hay un propósito divino otorgado por ÉL, en cada una nuestras vidas, levantándonos unos a otros, apoyándonos y siendo gentiles.
De plano, me di cuenta que no puedo vivir sin personas positivas en mi vida. Personas que me edifiquen. Aquellas personas que me enseñan algo cada día y me dan esperanza en la humanidad. Ese tipo de personas mágicas que realmente te abren los ojos, la mente y el corazón a un mundo mucho mejor. Aquellas personas que resultan agentes de cambio para nuestras vidas y que nos irradian con todo ese positivismo.
Y podría decir que posiblemente no podría vivir sin ver la nueva serie de Netflix de Cien Años de Soledad, que espero tan ansiosamente (jaja).
Haber analizado cada uno de estos puntos me dio mucha perspectiva. Me dio paso a dejar atrás temores infundados, ansiedades innecesarias y recordar que “nada en este mundo es permanente, ni si quiera nuestros problemas”. La vida nos va llenando de cosas qué tal vez no son necesarias, aunque nos hayamos acostumbrado por mucho tiempo a tenerlas, realmente podemos vivir sin ellas.
¡Feliz Viernes! 😊
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