Debo empezar por disculparme ya que el artículo de este día está siendo publicado bastante tarde. Ayer, como es costumbre, hice mi Viernes de Nicole y estaba muy contenta con el resultado debido a que sabía que generaría muchas risas. Sin embargo, cuando lo iba a comenzar a corregir, me tocó entrar a una audiencia. La audiencia tomó mucho más tiempo del estimado, pero honestamente me hizo replantearme el artículo de este día.
Aunque no pueda entrar mucho en detalles, acabo de evidenciar de primera mano la frustración que un ser humano puede llegar a sentir al estar en una situación laboral incómoda. Ésta persona me expresó su amor por su trabajo, la necesidad que tenía de trabajar y lo importarte que era para él su trabajo. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos cuando me decía que él había ingresado con tanta emoción a ejercer sus funciones y como, poco a poco, en las situaciones adversas, se le ha ido arrancando el optimismo y el deseo de trabajar. Me expresó que él realizaba todas sus funciones de manera diligente, pero ya sin aquella alegría y aquel deseo con el cual había iniciado hace 6 años. Al escuchar a esta persona y ver el dolor que le causaba estar vertiendo estas palabras de algo que había comenzado en un estado de completo enamoramiento, se convirtió en un estado de descontento y desilusión. Cuando vi su lágrimas no pude más que consolarlo y decirle que el mundo no es siempre como nosotros esperamos que sea y que no todas las personas serán como nosotros queremos. Al salir de allí, comencé a meditar sobre la idea que yo tenía de mi trabajo. Siempre he tenido esa idea de servicio y nada me hace más feliz que poder asistir a la gente. Pensé en las veces que me he desilusionado y de las tristezas que me ha traído esa idea preconcebida de que el mundo debería de ser como nosotros pensamos. Yo siempre he sido feliz en cada uno de mis trabajos; siempre se han suscitado problemas, como en todo trabajo, y aunque me he llevado mis desilusiones y he pasado momentos duros, no puedo decir que sea suficiente para arrancar el deseo de servir en lo público. Creo que esto es aplicable a todo ser humano. Comenzamos a hacer las cosas con gran amor, haciéndolas bien, dando todo lo que tenemos de nosotros y cuando nos llevamos el primer desencanto, una pequeñísima parte de nosotros muere. Seguimos haciendo nuestros quehaceres con amor, pero algo cambia en nosotros. Hasta que llega un momento en el que nos frustramos y nos sentimos impotentes y cansados. Hacemos las cosas por lo que recibimos a cambio, no por el amor que originalmente habíamos iniciado. Que bonito sería que nunca nos lleváramos ningún desencanto y pudiéramos mantener nuestra actitud positiva pese a las vicisitudes que nos pudiéramos encontrar en el camino. Que lindo sería que siempre sintiéramos que vamos a cambiar el mundo y que contagiáramos de nuestra energía a las personas que nos rodean. Pero les cuento un secreto: si se puede. Si verdaderamente amamos lo que hacemos, no importa qué pase, siempre cambiaremos el mundo. Nunca nos sentiremos atrapados y cuando los días se pongan verdaderamente sombríos, si tenemos claro cuánto nos gusta lo que hacemos, no habrá ninguna adversidad que cambie eso. No importa cuánto nos cueste desempeñar nuestras labores, siempre daremos lo mejor de nosotros mismos, ya que el resultado de aquello que amamos nos importa más que nada. Si se sienten frustrados, atrapados o decepcionados con las labores que realizan, examínense ustedes mismos y cuestionen si realmente aman con pasión lo que hacen. La vida es muy corta para solo trabajar sin un propósito. Pregúntense si lo que hacen es realmente lo que les impulsa con pasión y ahínco a ser una mejor persona. Increpénse a ustedes mismos y descubran que hace que palpite su corazón. Les puedo decir que yo lo hice y mi corazón palpitó a mil.
¡Feliz Viernes! 😊
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