El tema de esta semana era muy distinto al de hoy. Había calentando un tema sobre como los medios de comunicación se toman atribuciones que no les corresponden y como pueden tergiversar cualquier cosa. En serio había pensado el tema, había hecho investigaciones y estaba muy contenta con el resultado final. Usualmente, cuando tengo un tema nunca suelo cambiarlo, siento que si lo cambio por cualquier motivo es como que estoy siendo infiel a la reflexión. Sin embargo, esta semana me vi obligada a cambiarlo por algo sin precedente que sucedió en mi semana. Por cuestiones laborales me toca viajar por distintas zonas del país. Esta semana me tocó viajar a la ciudad de La Ceiba, Atlántida. Siempre me hospedo en el mismo hotel en una zona céntrica de la ciudad. Seguro, limpio, cerca de las oficinas en las que me toca trabajar y económico. El hotel cuenta con todas las características que buscamos. Cuando llamamos para hacer la reservación nos dijeron que estaba todo ocupado, ya que había un congreso en la ciudad. Buscamos otras opciones, pero todas salían de las características que buscabamos. Sus precios eran muy elevados o resultaban estar muy lejos de la zona que teníamos que estar.
Por recomendación de un compañero de trabajo, nos dijo q nos quedaramos en un hotel que él ya se había hospedado. Resultaba económico y habían varias opciones en cuanto a las acomodaciones. En efecto, llamamos al hotel, lo vimos en internet y todo parecía bien. Al llegar a la ciudad de La Ceiba nos detuvimos en un supermercado para abastecernos de ciertas necesidades. Todo marchaba bien hasta que llegamos al hotel. Resultó ser en un barrio algo peligroso. Entramos y la luz era tenue, todo se veía sombrío, pero aún asi decidimos darle una oportunidad. Cuando me entregaron mi habitación que correspondía a una “mini suite” en un pasillo sin ningún tipo de iluminación, una gigantesca cucaracha se encontraba en la cama, y no se pensaba mover porque con todo el ruido siguió ahí de lo mas tranquila. Al pasarme a la siguiente habitación, encontré un baño que tenía ya tiempos sin lavarse. Encontré una rueda de cabellos enrollados y francamente, era un aspecto de suciedad por todas partes. Esa noche agradecí haber llevado el bote de Lysol, el bote de antibacterial y mi propia sabana. Les puedo decir que esa noche no pude dormir. Escuchaba voces y francamente la cerradura de la puerta no resultaba tan confiable, así que crucé una mesa de madera contra la puerta. Fue una noche terrible, pero como todo, pasó y amanecí bien. A la mañana siguiente la odisea continuó. Me tocaba bañarme y usualmente no llevo toalla, ya que resulta difícil colgarla y tenerla húmeda. Cómo les explico que las toallas tenían un color que yo nunca había visto, entre cafés y grises, bueno, en otras palabras curtidas y un tanto roídas. Y para colmo sin agua caliente. Pensé que ya nada podía ponerse peor, pero llegamos al desayuno, en donde los platos estaban sucios y el café estaba lleno de gotas de manteca. Yo honestamente no quería volver al hotel, pero dije para mi misma: “solo es para dormir, yo paso en la oficina todo el día, así que démosle”.
Me presenté a las oficinas a trabajar y a todo el mundo le conté mi tragedia. Todo el mundo se reía y me aconsejaban que lo mejor era cambiarme. Cuando llegue por la tarde al hotel, esperaba que hubiesen limpiado la habitación y que todo fuera diferente, pero ¡¡sorpresa!! todo seguía EXACTAMENTE igual. Salimos a cenar con el equipo de trabajo decepcionados por las instalaciones sin querer regresar. Igual creo que todos pensábamos “solo es para dormir”. Cuando regresamos de cenar comenzó a llover. Mientras recorríamos las calles vi a gente que no tenía donde pasar la noche. Gente que no tenía un techo. Niños en las aceras o en alguna banca sin ninguna sábana o especie de abrigo. Yo sé que puede sonar trillado, pero en ese momento me di cuenta de lo afortunada que era de estarme quedado en ese hotel. No podía tener muchas cosas buenas, pero tenía las justas y las necesarias. Esa noche que llegué al hotel, no les puedo mentir y decirles que lo vi hermoso aunque no fuera así, pero en ese momento agradecí la posibilidad de tener un techo, una cama y un lugar donde poder pasar la noche. Siempre nos quejamos que las cosas no salgan, ni sean como nosotros esperamos. Siempre queremos “encontrar un pelo en la sopa” para quejarnos y no nos damos cuenta lo afortunados que somos de tener todo lo que nos rodea. Si tenemos comida, ropa en nuestro armario, techo sobre nuestras cabezas y un lugar donde dormir, somos más ricos que el 80% del planeta. Si tenemos dinero en el banco, en la billetera, más algo de cambio, nos encontramos dentro del 8% más adinerados del mundo. Si nos hemos levantado esta mañana sanos, tenemos más suerte que el millón de personas que no sobrevivirá esta semana. Si nunca hemos experimentado el peligro de la batalla, la agonía de la presión, la tortura o el terrible dolor del hambre, somos mas afortunados que los 500 millones de personas que lo padecen a diario.
El saber apreciar aquellas pequeñas cosas que nos hacen más ricos de lo que nos imaginamos, nos vuelven más agradecidos con la vida.
Al escribir este Viernes, les puedo decir que sentí vergüenza de mi misma. Quejándome de tener aquello que muchísimas personas no tienen. Puede sonar ridículo, pero les prometo que después de esa noche comencé a dormir mejor, la habitación seguía igual, pero mi perspectiva había cambiado, me había vuelto “apreciativa” de todo lo que tenía en ese momento. La felicidad no depende de lo que uno no tiene, sino del buen uso que se hace de lo que se tiene. Es saber ver todo positivamente, poder ser agradecido con esas “pequeñas grandes” bendiciones, los que nos hacen crecer como ser humanos.
No nos quejemos de que aquello con lo que ya somos bendecidos de tener. Veamos todo con sorpresa, con amor y con esperanza.
No creo que me vuelva a quedar en ese hotel, pero les puedo decir que me dio una gran lección, la cual tomo y hago mía. Les dejo una tarea: Vean a su alrededor, vean aquello que no les parece, que les incomoda y que genera quejas dentro de ustedes, y piensen a cuantas personas les falta lo que a ustedes les estorba. Agradézcanlo y aprécienlo, así sea algo tan pequeño como una espinilla, les aseguro que su percepción cambiará. “Antes de quejarte mira siempre a tu alrededor y dale gracias a Dios por todo lo que tienes”.
Soy agradecida
¡Feliz Viernes! 😊
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