Desde que les dije que iba a retomar el Viernes de Nicole, tengo dos semanas escribiendo del cortisol y otros demonios. Y, no es por nada, pero me iba quedando bueno. Sin embargo, ustedes saben que la vida está llena de experiencias y momentos que valen la pena compartir, para poder así, dejar una enseñanza. Así que encontré otro para hoy.
En mi nueva línea de trabajo, las cosas deben ser mucho más “sutiles”. Si antes yo podía decirle exactamente a alguien lo que pensaba, con el más folclórico de los lenguajes, ahora debo de pensar cada palabra, cada acción, y ciertamente, a veces el silencio puede ser la mejor de las respuestas, aunque definitivamente, no la más fácil. Y pues, en este nuevo reto, he aplicado muchas de las enseñas que mi Tita me dejó.
Ella siempre decía “se agarran más moscas con una gota de miel que con una jarra de hiel”. Diplomáticamente hablando, esto es ley. Entre más dulce y manso sos, mejor caes y tenes más posibilidades de conseguir lo que queres.
Ayer yo me encontraba en un evento de turismo y ofrecí ayuda y apoyo a las personas que venían. Ofrecer ese apoyo no era mi obligación ni mi deber, pero recordé el famoso principio de la Tita, (mejor tener a esta gente de buenas que de malas), y abrí mi boca tratando que todo fluyera mejor y ser linda y agradable.
Para hacerles el cuento corto, a la persona que le ofrecí la ayuda fue la persona más malcriada, disgustada, con una cara de no se qué. Tanto así que esta persona no quería darme ni su nombre para poder hacer las coordinaciones del caso. Nada de esto suponía un beneficio para mí, todo lo contrario. Suponía un gasto extra en el cual yo tengo que incurrir, incomodidad para las personas que me ayudan, y muchas madrugadas. Todo esto era meramente para tratar de apoyar a la gente que viene a una ciudad que no conoce.
Cuando estaba ante aquella negativa y con su cara de desagrado, no pude evitar sentirme molesta. En serio le quería decir: “¿Qué le pasa? ¡Solo es ayuda!” Pero guardé silencio, con una cara nada feliz, hice las gestiones y seguí adelante con mi día.
En el día estuve meditando en la actitud que esta persona había tomado. También medité en la mía, porque de verdad, quería zarandearla; y si no hubiera sido por mi responsabilidad, posiblemente le hubiera dicho hasta del mal que se va a morir. En dicha meditación, llegué a la conclusión que todo esto me pasa por ofrecida. Me tomé demasiado personal el hecho que no quisiera el apoyo. Y la verdad, al final del día, a mí no afectaba en lo absoluto que dijeran que no. Que al momento de ver su desagrado en la cara, tuve que haber hecho como que nada pasaba y entender que no todo el mundo quiere ayuda y no es mi deber imponerla.
Las personas a veces reaccionamos de manera impetuosa a situaciones que no entendemos. Nos cuesta muchas veces entender que solo porque nosotros actuemos de una manera, los otros lo harán igual. No todos van a aceptar lo que les propongamos y eso está bien. Debemos dejar ir sin que nos moleste ni nos cause cavilaciones en nuestro día. Cada cabeza es un mundo y aunque nosotros queramos actuar bien, no quiere decir que las personas lo van a tomar así. Además, la gente no tiene culpa de la cara que tiene, solo de la que pone.
Así que el principio de la Tita, por muy diplomático que sea, ayer no me sirvió para nada. La mosca no cayó en la miel ni tampoco en la hiel, pero, ¿quién quiere moscas cerca?
¡Feliz Viernes! 😊
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