Yo soy una asidua lectora de las páginas católicas que hoy en día presentan artículos que nos mantienen informados de todo lo que acontece en el mundo. A la vez, estas páginas proporcionan artículos que podemos aplicar a nuestra vida cristiana. La semana pasada encontré un artículo que causó en mi una gran impresión. El artículo se llamaba “Ni Príncipe Azul ni San José, El hombre Perfecto no existe”. Evidentemente, corrí a leerlo. El artículo, escrito por un hombre, explicaba que las mujeres hemos fijado nuestros parámetros algo elevados y que esperamos santos o príncipes y que nosotras no somos princesas ni santas.
Entre muchas cosas, el artículo hablaba de los requisitos en general que las mujeres buscamos en una relación. A mi el artículo, aparte de jocoso, me encantó y me hizo meditar acerca de cada uno de los aspectos que tocaba. En algún momento de mi introspección yo dije, “¿Seré yo, Señor?” Confieso que me sentí un poco juzgada por el artículo y comencé a revisar uno a uno los aspectos del mismo. Este hacía hincapié en que las relaciones de pareja son cosa de dos, ambos aportan no solo él; estar dispuesta a dar aquello que exiges; debes de estar dispuesta a darte más que a recibir; aceptar la posibilidad de que sea de otro ambiente; olvidarte de las escenas ideales, pues son ficción y nosotros vivimos en el mundo real.
Obviamente, yo corrí a revisar mi lista. Si, tengo una lista que hice hace mucho tiempo de las cualidades que busco en la pareja que Dios hizo para mi. Creo que a lo largo de la vida, muchas mujeres la hacemos y la vamos mejorando a medida que pasa el tiempo. Vamos agregando, vamos quitando. Sin ningún tipo de vergüenza les dire que mi lista está encabezada por: “Un hombre que ame a Dios más de lo que me pueda amar a mi”. Ese es uno de mis no negociables. Luego, obviamente que sea culto, educado, leído, con tema de conversación, que ame a MI familia (no me molestaría que fuera huérfano), trabajador, que le encanten los Viernes de Nicole y me ayude a mejorarlos. Claro está que sea detallista, romántico, no empalagoso, que tenga vida propia, con los pies en la tierra.
Cuando leí el artículo y vi mis “requisitos” no les miento que yo dije “¡Jue pucha! Con razón me las veo de a palitos”. Veía simultáneamente mi listado y el artículo. Entonces en mi cabeza resonaban palabras que mi tía me había dicho hace como un año, “Oíme, así cómo estás, mejor de monja”, y por un breve instante dudé de mi listado y de mi misma.
A mi, mi Tita me educó bajo la máxima de “Al que Dios le ha de dar, por la puerta le ha de entrar”. Honestamente, yo confío fielmente en estas palabras. Creo que Dios mandará a la persona indicada en momento perfecto y será mejor de lo que mi lista establecía. Al final el artículo quería desacreditar la maravillosa hipótesis de mi fabulosa Tita, diciendo que no podes esperar a que alguien llegue, que si no buscas, no vas a encontrar nada. Que si bien es cierto Dios tiene propósitos perfectos, pero no destinos. Y ahí, en ese preciso momento, después de darle vueltas a todo, me di cuenta: el artículo fue escrito por un HOMBRE.
No tiene nada de malo tener una lista. Saber exactamente qué queres, que podes negociar y que no. Al final del día NADIE es perfecto y es amar las falencias y las virtudes de cada personas que lo vuelve amor verdadero. Amar es tomar una decisión informada de lo que te encanta de la persona, con lo que podes negociar y lo que podes obviar. Claro, una relación es cosas de dos, por supuesto que vas a aceptar dar más que recibir. Creo fielmente que aunque vos podas perderte del camino, que toques mil puertas equivocadas, al final, Dios te llevará a la persona que hizo para vos. Claro, nuestras decisiones jugarán un papel importante, pero al final si hay un plan perfecto y al que Dios le ha de dar por la puerta le ha de entrar.
Yo creo que no es que busquemos príncipes azules ni santos, pero si creo que buscamos aquello que nos está tratando de encontrar a nosotros. Creo que llegamos a un momento en nuestras vidas donde nos damos cuenta de que sí damos todo aquello que pedimos. No tiene absolutamente nada de malo que busquemos cualidades en otras personas, pues las personas nos tienen que hacer florecer, abonarnos, no restarnos. No podemos desanimarnos ni desalentarnos porque sean escasas las personas que piensan cómo nosotros. No podemos bajar los brazos y conformarnos con lo primero que encontremos mientras buscamos, como sugiere el artículo. Claro, habrán muchas mujeres que se podrán sentir confrontadas porque tal vez, el santo no hace el milagro que querían y el príncipe no es del azul que pidieron, pero no quiere decir que se estén cerrándose a posibilidades ni que no quieran una relación.
Todo lo que está en mi lista es algo que yo estoy dispuesta a dar, menos lo de ser huérfana, eso de plano, no (jaja). No espero un ser humano perfecto, porque sé que no soy perfecta, pero tampoco soy conformista ni voy a buscar “yugos desiguales” ni estar luchando ni trampandome en la madre con la persona por morales y principios. Yo confío fielmente en que sin búsqueda alguna, lo que yo quiero, me está tratando de encontrar a mi. Al final, todo va a estar bien y si no está bien no es final. Hay que tener fe y esperanza, saber lo que se quiere y que es lo que no se quiere. Con mucho respeto al escritor del artículo, le digo que no estoy de acuerdo con su teoría. Cada quien merece la persona que quiere y tiene derecho a aspirar, así sea príncipe o sea santo.
¡Feliz Viernes! 😊
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