¿Les ha pasado que en una semana nada les sale bien? ¿Que sin importar cuánto traten de ver las cosas con un buen sentido siempre están patas arriba? Les pasa de TODO y dicen: “¿POR QUÉ HOY?” “¿QUÉ HICE PARA MERECER ESTO?” Y estas frases pasan todas por nuestra mente y cuando por fin llegamos a descansar a nuestra cama, solo damos gracias que el día terminó, esperando que mañana sea mejor.
Yo tuve una semana así. Desde el lunes pasaron mil cosas, entre ellas fui a una audiencia a Cortés y “olvidamos” los sellos, cuando verificamos bien, los sellos estuvieron siempre en la cartera de mi compañera, mandando el carro de puro gusto a la oficina de regreso, dilatándonos en nuestras labores. Y así sucesivamente pasaron cosas que van: desde caerme en una jardinera mientras llovía, hasta no ganarme absolutamente nada en un bingo. Todas las noches cuando me acostaba cansada del día y feliz de que hubiera terminado, pedía que el siguiente día fuera mejor. Sin embargo, siempre hubo un pelo en la sopa. Solo quería que esta semana terminara.
Hoy, después de cumplir con asuntos laborales matutinos, me convocaron los niños de cuarto grado de la escuela pública para la despedida de fin de año. Era su invitada especial. Cuando llegué, los niños me recibieron emocionados, pidiéndome que me sentara. Todos llegaron a abrazarme y a enfatizarme los felices que estaban de que estuviera ahí.
De pronto, sacaron un pequeño pastel que decía: “Gracias Miss Nicole” y me hicieron entrega de cartas espectacularmente decoradas por ellos y con palabras bellas. Está de más decir que las lágrimas de emoción y agradecimiento salían de mi.
Estos niños, con un poquito de amor que se les dió en el transcurso del año, lo agradecieron grandemente este día. Ellos estaban felices de poderme demostrar que me querían y poderme dar algo de regreso. Toda esta muestra de amor hizo que todos los problemas de la semana quedaran atrás, que se vieran ínfimo, y que todos los percances que tuve, pasaran a un segundo plano.
A veces vemos que no podemos salir adelante, que nuestro día o nuestra semana no va a ninguna parte y nos sentimos frustrados o derrotados. Esta no debe de ser nuestra actitud. Cada día fue hecho especialmente para nosotros. Para encontrar en él algo maravilloso, para poder aprender lecciones y tener mejores días. Todos los días tienen algo de bueno. Todos los períodos de tiempo tienen algo bueno que darnos. En nosotros está encontrar ese pequeño resquicio de esperanza cada día. Ese es el reto y en eso radica verdaderamente la felicidad.
La felicidad no se determina por la ausencia de problemas, pero en saber reconocer que la vida vale la pena vivirla a pesar de los problemas. La vida siempre, siempre nos recompensa.
De corazón les digo que yo no esperaba que mi semana mejorara, pensaba irme con ese sentimiento de: “Bueno, ni modo, la otra será mejor” y sin embargo, la vida me sorprendió dándole otra perspectiva a mi semana. Para mí, este acto fue más que un resquicio de esperanza, fue una enorme bendición que inundó mi día, mi semana y mi vida, con lo que cambió mi perspectiva de esta semana.
Estemos dispuesto a cambiar nuestros días dejándonos sorprender por las maravillas que nos da la vida.
¡Feliz Viernes! 😊
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