¡Hoy les traigo un viernes de Nicole lleno de analogías! Esta semana recordaba un video que posiblemente muchos de ustedes vieron en algún momento de sus vidas. El video es sobre la entrevista que se le hace a una reina de belleza durante un certamen y se le pregunta que si para ella es mejor pedir permiso o pedir perdón. Ella se hace bolas con la pregunta y no sabe que contestar, metiendo la pata abismalmente. (Aquí les dejo el link: https://youtu.be/KLZQ25rO57k)
Pero, si nos ponemos a reflexionar, esta es una pregunta existencialista muy, pero muy compleja. Aunque no puedo creer que la reina de belleza se haya enchibolado de esa manera, es una pregunta que en algún momento nosotros nos tendremos que plantear. Yo le he estado dando vueltas a esta pregunta seriamente, ¿realmente vale la pena la angustia de sufrir por una respuesta pidiendo un permiso? O ¿merece la pena arriesgarnos, vivir y luego pedir perdón?
En la vida a veces llegamos a encrucijadas en las que no sabemos qué hacer. Nos encontramos atados de pies y manos y depender de respuestas de terceros para actuar siempre resulta limitante.
Yo recuerdo muy bien cuando estaba en la escuela y tenía que pedirles permiso a mis papás o maestros para algo, yo odiaba preguntar porque el “no” siempre era más probable que el “sí”. ¡Uy! Pero como suena un “No”. Es terrible. Mata todo tipo de ilusiones y esperanzas, carcome el alma y trae angustia a nuestra mente y corazón. (Siendo bien dramática)
Sin embargo, si decidía a la larga tomar acciones por mi misma y “pedir perdón”, la culpabilidad sería mucho más grande y no se diga la consecuencia. Confieso que me aventuré varias veces a tomar las acciones por mi mis propias manos y no les puedo comenzar ni a explicar las consecuencias de los actos.
Ahora que lo pienso en retrospectiva, la verdad, las consecuencias no fueron permanentes. No hubo grandes daños y lo bailado NADIE me lo quitó. Así que realmente pedir perdón no estuvo tan mal.
Desde muy chiquita, mi terrible Tita me enseño que “Fiada hasta la catedral se agarra”. Claro, la Tita lo utilizaba en muchos sentidos y en especial cuando iba a comprar mil y un plantas; pero si vemos realmente más allá de las palabras de mi Tita, podríamos decir que el que nada arriesga, nada tiene. Si no nos aventuramos, no llegaremos a tener nada.
Y aquí es donde quería llegar, creo que honestamente vale más la pena pedir perdón, que pedir permiso. Vale la pena arriesgarse por lo que vale la pena tener. Vale la pena vivir, aunque nos raspemos, aunque la vida traiga sus consecuencias. Vale la pena volar por si mismo, sin esperar que controlen nuestro vuelo. Cuando nos arriesgamos, sacrificamos todo lo que podemos perder por lo mucho que podemos ganar, así que ¿para qué pedir permiso? ¿Para qué tener una limitante, para qué sujetarnos a un permiso, si al otro lado hay tanto?
Si nos dan fiada la catedral, agarremosla, porque si no es así, no llegaremos a tener nada. Seguir las reglas, los reglamentos y patrones de vida al pie de la letra, nos limitan a vivir. Claro, no digan que El Viernes de Nicole los mandó a vivir como forajidos, porque NO es (enteramente) lo que estoy diciendo. Pero de plano si creo que cuando sometemos a consideración de terceros decisiones que podemos tomar por nosotros mismos y esperamos una respuesta afirmativa o negativa, podemos dejar de experimentar las mejores cosas de la vida.
La reina de belleza no pudo dar una respuesta concreta, pero yo les digo de todo corazón que basada en las enseñanzas de mi Tita y la experiencia que me ha dado la vida, que es mejor pedir perdón cuando sea necesario que pedir permiso. ¿Y ustedes?
¡Feliz Viernes! 😊
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