Durante varios días ya, he tenido esa inquietud de escribir sobre “nadar contra la corriente”. Entre tantos temas, uno nunca logra abarcarlos todos o escribir todo lo que uno quiere; sin embargo, hay algo que siempre me lleva a este tema.
La semana pasada recibí una charla en la que decía que el ser humano quiere vivir una vida en completo desorden o en estricta legalidad. No lo tomen a mal, no es que vivir en legalidad sea malo, pero el punto de la charla era adquirir un balance. Luego, mientras leía el evangelio esta semana, observé como el mismo Jesús rompe con la norma y llevado por el amor, sana a una persona que tenía paralizado su brazo. Crean en lo que crean, este pasaje es una enseñanza que a veces para lograr un bien mayor hay que ir contra la legalidad.
Siento que la sociedad nos lleva a ser de “cierta” manera, que debemos seguir una ruta establecida. Que si nos salimos de ese espacio riguroso que se nos ha dado, la vida se perderá, que haremos algo erróneo y no prosperaremos, ni veremos los frutos que son los esperados.
Imagínense si Jesús hubiese seguido la ley dictada en ese momento, el hombre al que sanó hubiese seguido paralizado tal vez hasta su muerte. Entones, por ese lado, quebrar las normas o ir en contra de aquello que se nos establece, está bien. Resultan grandes cambios, o en este caso en particular, milagros.
No crean que los estoy llamando a una vida anárquica, porque no es así. El desorden es la falta de organización que provoca una alteración en el funcionamiento normal de las cosas, es una irregularidad o excesos en nuestra conducta. El desorden y las irregularidades siempre llevan al caos. Llevar una vida total y complemente desordenada nunca nos llevaría a algo bueno y mucho menos a ser felices.
¿Se pueden imaginar una vida sin ser ni chicha ni limonada, una vida desequilibrada? No podemos quebrar las normas por donde quiera que vayamos. No podemos hacernos los desinteresados en todo.
Ahora, yo sé que seguirme el hilo está algo difícil, pero a lo que quiero llegar es que podemos cambiar o hacernos de la vista gorda, si desobedecemos las normas por un bien mayor, así como lo hizo Jesús. No debemos ser no extremadamente cuadrados, legalistas y rigurosos, ni tampoco completamente anárquicos, desordenados y desobedientes; necesitamos un balance. Necesitamos un corazón lleno de amor y un razonamiento abierto y prudente para adquirir este tan añorado y buscado balance.
Pensamos que solo los grandes santos, yoguis o personas totalmente centradas en reflexionar sobre este balance lo adquieren, pero no. El balance de una vida está a la mano de todos nosotros.
Cuando sabemos distinguir que ir contra la corriente, por más miedo y ansiedad que cause, si se sabe que es lo correcto, vale la pena hacerlo aunque vayamos en contra de todo aquello que se nos dicta; poniendo nuestro corazón conectado con el bien mayor. Necesitamos de estas dos conductas en nuestra vida para lograr estar balanceados. La vida sin un poco de anarquía sería completamente estéril y no generaría ningún tipo de emoción. Y una vida en un total desorden nos puede llevar hasta al fin de la misma.
No les digo que sea una tarea fácil, pero dejar de lado una o la otra nos llevará a un camino seco. Dejemos de definirnos, concedámonos la posibilidad de ser, de cambiar caminos las veces que sea necesario. Nos realizaremos como personas cuando ya no temamos ser lo que realmente somos. Fuimos diseñados para ser total y completamente felices y la felicidad se adquiere a través de este balance.
Mi vida tiene por ratos, mucho de todo, pero sé que movida por mi corazón y sabiendo que encontré un bien mayor, adquiriré en algún momento ese balance.
Les dejo de tarea examinarse, saber de que lado están y si tienen ya su balance.
¡Feliz Viernes! 😊
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