Los días cada vez pasan más rápido. Las semanas pasan volando. Hace nada estábamos en enero y ya llevamos un poco más de la mitad el año. Cada día todo va mucho más rápido. Hace nada estaba en la venta loca de las camisetas de El Viernes de Nicole y al suave, ha pasado un año. Todos tenemos la urgencia de hacer todo más rápido, porque la verdad los días no esperan.
Alrededor de hace un mes, la aplicación de “Whatsapp”, el medio de mensajería por el cual nos comunicamos, agregó la posibilidad de escuchar en los mensajes de voz en dos velocidades. Ahora al presionar el botón de “play” en el mensaje de voz a su lado derecho aparece la opción de escucharlo normal, o sea, como la persona lo dijo, con sus pausas, respiraciones, etc.; en velocidad de 1.5x, en donde va un poco más rápido pero entendible, la voz no se distorsiona tanto; y, finalmente en 2x, donde el interlocutor del mensaje va más rápido que “Speedy Gonzales”. De las pocas veces que he escuchado los mensajes en la velocidad de 2x, me he reído mucho, ya que la voz del interlocutor es totalmente distorsionada y a veces hasta el mismo mensaje. Pero esto no quita que el mensaje llegue y que sea efectiva la transmisión de lo que se quería comunicar.
Cuando salió esta nueva herramienta, estaba feliz. Escuchaba los mensajes en la velocidad de 1.5x siempre. Me pareció tan útil poder comunicar un mensaje mucho más rápido sin pausas naturales y que todo fluyera aún más rápido. Si la persona te estaba enviando un mensaje que no te gustaba, posiblemente no te pareció tan malo porque fue hasta gracioso de la manera en la que lo escuchaste. Por esos días, me encontraba aturdida por situaciones del trabajo y necesitaba que todo se hiciera velozmente y esa herramienta me cayó como anillo al dedo. No “perdía” el tiempo escuchando lo que se me decía.
No entendía lo terrible de esa última frase: “No perdía el tiempo escuchando lo que se me decía”. Solo quería saber el propósito del mensaje y nada más. No sabía si el mensaje tenía un sentimiento: alguna alegría, tristeza o desilusión. Me limitaba a oír lo que se me quería transmitir y nada más. La verdad, yo no veía nada de malo en esto. Solo me interesaba que fuera rápido. Todo marchaba espectacular para mi escuchando mis mensajes a alta velocidad, hasta que recibí una imagen.
La imagen literalmente decía:
“Cada vez tenemos “menos tiempo” para escucharnos los unos a los otros, cada vez más el afán se interpone ante la receptividad pura. Nos queremos ahorrar el ritmo del otro. Solo queremos percibir el mensaje, pero no al mensajero, ni su voz, ni sus pausas naturales, ni su sentir… Somos adictos a la velocidad, queremos la inmediatez, el proceso nos da pereza, nos es inútil… Amigo mío, no te olvides del proceso, del camino, de la vida y su ritmo”.
Cuando leí esto de inmediato sentí un sentimiento de remordimiento. Estaba acelerando todos los procesos. No me interesaba la persona que me ha amaba. No estaba dejando que la vida fluyera como debía. Estaba quitándole la emoción a la recepción de los mensajes y de las personas, porque cuando las escuchaba en persona, no entendía porque me hablaban tan despacio.
Después de todo el año pasado, después de que el 2020 transcurrió lento, donde pensamos que habíamos aprendido a tener paciencia en todo lo que hacíamos, llegó esta herramienta que acelera todo. Pensaba que habíamos logrado apreciar en otro nivel la vida, pero a medida la vida va recuperando su ritmo, se nos olvida lo aprendido. Y es más, me he dado cuenta que este año todos vamos más rápido. Queremos hacer la mayor cantidad de cosas o asignaciones en la menor cantidad de tiempo posible, sin importarnos si le dimos el tiempo indicado a cada situación, cada palabra o cada persona. Pasamos a la velocidad del rayo sin saber ni siquiera si lo disfrutamos, si aprendimos, si escuchamos, o si dejamos huellas bonitas. Solo pasamos y no nos damos cuenta que pasamos. Juzgamos a las personas que van disfrutando del camino, como perezosas u ociosas; pero somos nosotros los equivocados. Tenemos que aprender a caminar con tanta pasión como si fuera el primer día y con tanta paz como si fuera el último. A escuchar con presunción, apreciando al interlocutor.
Desde que me enviaron ese mensaje, aunque me cueste, volví a escuchar los mensajes normalmente. No puedo decir que es fácil, pero trato de escuchar verdaderamente lo que se me dice, con todos sus pausas, con todos los sentimientos y con todo lo que el interlocutor me quiere transmitir. Aprender a escuchar es parte del camino. Bajemos la velocidad. Disfrutemos de este hermoso camino que se llama vida.
¡Feliz Viernes! 😊
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