A nadie le gusta el chisme, pero a TODOS nos entretiene. Nos hacemos como que no queremos saber, pero siempre queremos estar “bien” informados. Nos encanta el chisme cuando es de otra persona, pero nunca cuando nosotros somos el objeto de tan jugosa pieza de información.
Al ser sampedrana, graduada de una escuela especialista en el chisme y funcionaria publica por casi 10 años, les podría decir que soy casi que inmune al chisme. Ya nada de lo que se diga me sorprende, bueno, al menos eso pensaba yo…
El año pasado por “un chisme” me metí en una cantidad de problemas increíbles en mi trabajo. Se hizo tan grande que hasta denunciada terminé. Causó en mi muchísimo estrés, pero al final del día todo salió bien. Les cuento que después de lo acontecido, traté de pasar desapercibida. Si antes hacía las cosas bien, las empecé a hacer muchísimo mejor. En cada aspecto que podía mejorar, lo hice. Por algún tiempo creí ser casi invisible. Llegaba, hacia mí trabajo de manera diligente y me iba. En fin, si dieran una estrellita en la frente por comportamiento ejemplar, sin duda alguna me merecería una. Todo marchaba estupendamente bien y nadie ni se acordaba de mi, en mi cabeza, hasta que estos días, ¿Qué creen? ¡Se acordaron de mi!
Mi jefe se presentó en mi oficina para decirme que recibió múltiples quejas mías, ya que yo venía en ropa de hacer ejercicio y practicaba mi rutina de entrenamiento en las instalaciones de las oficinas. Mientras él me relataba los hechos, lo que pasaba por mi cabeza era yo vestida con leggings de ejercicio, un top, panza pelada (los cuales no uso ni en mi casa, ni el gimnasio y mucho menos en la oficina), con mis mancuernas, brincando por todas partes. Por un momento pensé que era broma, pero al ver la seriedad con la que me lo decía entendí que era un tema de verdad sensible. Evidentemente, le dije que no era cierto. Que yo tengo problemas de espalda baja y que durante el almuerzo salgo a caminar al parqueo, aproximadamente por 15 minutos. Que si él gustaba podía revisar las cámaras y comprobaría que iba completamente vestida en mi atuendo laboral, nada de panzas peladas. Él se fue tranquilo y no dijo más. Sin embargo, yo quede atónita por cómo las personas viven pendientes de la vida de otros y no les importa de qué se agarren para hacerle daño a otros.
Imagínense lo que hizo un chisme. La verdad para mi resultó incómodo tener que defenderme de algo tan inverosímil. Entiendo que él me haya preguntado, porque imagínense que les pongan abundantes quejas de que una de sus subordinadas llega “casi desnuda” a hacer ejercicios a la oficina, pues obviamente tenes que ir a ver qué es lo que está pasando.
He descubierto que la gente nunca va a detenerse cuando de “chismear” se trate. No les va a importar cuánto daño hagan ni mucho menos las consecuencias que pueda acarrear para otras personas, y estoy 100% segura que no les importa lo que eso haga a su alma. Pero lo importante es como nosotros lo manejemos. El chisme muere al momento en que llega a oídos de una persona inteligente. Es poner las cosas claras, escuchar a las personas y valorar que hay ciertas cosas que simplemente no son factibles. Si alguien viene a nosotros con un chisme es nuestro deber detenerlo, ya que eso nos evitará a nosotros dolores de cabeza, evitará que otro peque de imprudente por decirlo, y a la vez, no dañaremos a la persona de la cual se habla.
Esta experiencia me enseñó dos cosas muy valiosas: 1) Por muy desapercibida que trates de pasar, si alguien te quiere hacer daño, encontrará la manera de ponerte en mal. 2) El chisme es lo más nocivo qué hay y ese circo seguirá mientras hayan personas que le aplaudan a los payasos. Es nuestro deber detenerlo.
Aunque sigo bien portada, no hago nada indebido, aun caminando a la hora de MI almuerzo para estirar la espalda y con un poquito de malicia, para que la gente siga hablando. No hagamos daño, no freguemos a otro con nuestra lengua, porque es horrible cuando se nos hace a nosotros.
¡Feliz Viernes! 😊
La cara de cuando te cuentan un chisme
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