Semanalmente, y a lo largo de los tan ajetreados días, pasan por mis ojos miles de frases interesantes. Algunas son escuchadas en el intercambio diario de las pláticas, otras las leo en alguna red social o en algún lugar al que voy. Siempre hay palabras que nos calan y dejan algo significativo en nuestras vidas. El pensamiento de esta semana que ha podido dejarme ver las cosas de manera distinta es “Lo que conviene, viene, cuando de Dios proviene”. Me pareció una frase muy hermosa y extremadamente cierta por una circunstancia en especial que estoy viviendo.
Hace más o menos un mes, mi oficina fue trasladada al otro extremo de la ciudad. El área donde nos trasladamos ha sido catalogada por “difícil”, ya que no sólo carece de pavimento, sino que se encuentra en la salida de la ciudad y carece de las medidas de seguridad mínimas. Cuando a mi se me notificó del cambio, obviamente, no quería dejar la comodidad del centro de la cuidad por algo que quedaba verdaderamente lejos. Sin embargo, cuando llegó el momento, agarre mis cajas y me traslade. Justo abajo de nuestras nuevas instalaciones hay una escuela pública. Desde el día 1 que pasé me llamó la atención. En los ir y venir del azaroso trabajo, no había indagado mucho acerca de la escuela. Pasaba a diario y decía todos los días “hoy me voy a bajar para saber en qué los puedo ayudar”. Sin embargo, un día decidí bajarme y averiguar. Dios había sembrado ese deseo y esa inquietud desde el primer día en el cual llegue a las nuevas oficinas y simplemente por estar “muy ocupada” no lo había logrado hacer. Cuando por fin llegue, me aboqué con la directora. Le pregunte acerca de los grados que ahí se impartían, sobre la cantidad de alumnos y finalmente le pregunté si a ella le parecería bien que yo impartiera una clase de inglés a los niños. Los ojos de esa mujer se abrieron de la manera más exhorbitante que yo he visto. Pensando en que su respuesta iba a ser negativa, me dijo “¿Sabe usted cuánto le he pedido yo a Dios esto? Los niños piden clases y nosotros no sabemos y no tenemos dinero para pagar un maestro”. La directora me abrazó, me dijo que podía empezar cuando quisiera. Efectivamente, al día siguiente me puse en marcha. Comencé a conocer a los niños a entrevistarme con ellos, y, a medida que fui entrando fui conociendo las necesidades, tanto de la escuela como de los niños. Es sorprendente las necesidades educativas en que existen. No solo en cuanto a equipo, materiales y maestros, pero la necesidad de amor y dedicación para los niños. Sabiendo que ya tenía una responsabilidad mayor que era la de impartir una clase, comencé a contactar a algunos amigos, a una tía y una prima que son maestras y de inmediato conseguí una respuesta afirmativa de todos. Todas las personas a las que recurrí me abrieron la puerta. Todas las personas estuvieron dispuestas a ayudarme, a proporcionarme libros, carteles, materiales, ideas y lecciones de cómo impartir una excelente lección a estos niños. Cada permiso que pedí fue afirmativo. Cada lugar al que llegue para solicitar ayuda para poder equipar las aulas con ciertos materiales, estuvieron prestos a brindarme ayuda. Incluso, en el momento en el que me encontraba en un establecimiento comercial adquiriendo materiales, llegó un señor norteamericano. Al momento de cobrarme el cajero me dice:”ese señor que viene entrando hace carteles motivacionales, tal vez le puede regalar uno de esos que está quitando”. Así como me lo había indicado el cajero, inmediatamente me acerqué al señor y le comenté que era lo que estaba haciendo, que era lo que necesitaba y en que me podía ayudar, y en ese mismo instante, como cosa de magia, el hombre me dio una cita para darme lo que le había pedido. En ese momento, volvió a mi la frase que había leído a principio de semana, “Lo que conviene, viene, cuando de Dios proviene”. A veces Dios nos manda ciertas instrucciones y por estar tan ocupados en cosas realmente no tan significativas, no hacemos caso de ellas. A veces, pasamos de largo cosas tan importantes, porque simplemente no tuvimos tiempo. A veces dejamos de dar amor, porque simplemente es muy difícil para nosotros, nos resulta muy complicado. Les pregunto a ustedes, ¿cuánto han dejado de hacer por tener otras cosas “más importantes” que hacer? ¿Cuánto hemos dejado de vivir, por pensar qué hay compromisos más importantes? ¿Cuántas veces hemos omitido un deseo, porque pensamos que no es lo conveniente? Al abrir nuestro corazón y nuestra mente, podemos abrir el mundo a un abanico de posibilidades inimaginables. Estar dispuesto a cambiar una pequeña cosa de nuestra “tan apretada agenda”, pueda cambiar no sólo nuestro destino, sino el de muchos. Estar dispuesto a dar un minuto de nuestro tiempo a cambio de una sonrisa sincera me parece a mi el más grande de los tesoros. No hagamos de oídos sordos, por pereza de hacer las cosas que realmente sabemos que debemos hacer. Oficialmente, imparto clases de primero a sexto grado. En su momento tuve mis dudas en cuanto a mi capacidad, del tiempo que disponía y muchos otros factores, pero Dios me fue abriendo el camino en cada momento y poniéndome los ángeles y las ayudas que necesitaba en los momentos cuando más en duda estuve. Me afirmó en cada paso que eso era lo que Él quería de mi. Nunca he tenido más certidumbre en mi vida que Dios me quiere en un lugar como ahora. Nunca había yo tocado a tantas puertas recibiendo tantos “SI”. Dando el paso de fe más pequeño, Dios puede transformar lo que sea, haciendo así el milagro más espectacular. Los invito a que den su paso de fe y que acepten que todo “lo que conviene, viene, si de Dios proviene”. ¡Feliz Viernes! 😊
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