¡Hoy quiero compartir con ustedes una gran alegría! ¡Hoy por fin, después de 5 años me dejaron de deducir un préstamo que saqué! Evidentemente, estoy feliz porque el sueldo ya no me viene mochado, pero no es sólo esto lo que les quiero compartir. La reflexión es de aprovechar la vida y los momentos que esta nos proporciona.
Cuando yo saqué el préstamo, todo el mundo me dijo que estaba loca. ¿Cómo me iba a enjaranar por tanto tiempo por algo perecedero como lo era un viaje? Lo tomé con el motivo de realizar una peregrinación a Tierra Santa y Roma durante 20 días. Hoy, 5 años después, no tengo un tan solo remordimiento. Más que cualquier bien atesorado en la tierra, ese viaje me hizo atesorar bienes en el corazón. Sacar ese préstamo y realizar esa peregrinación fue algo que yo le ofrecí a la Santísima Virgen Maria en aquel momento. Y hoy, al ver todas las bendiciones y todos los cambios en mi vida, no puedo parar de agradecerle que me dio la determinación de hacerlo. No tengo en lo absoluto ningún remordimiento de haberlo hecho. Y no les voy a decir que fue fácil pasar 5 años con deducciones o que no sufrí un par de veces, pero si lo tuviera que hacer de nuevo, lo haría con los ojos cerrados. Más allá de las luchas que conllevaron esos recortes salariales, aprendí a disfrutar la vida al máximo. Y ese viaje y esas experiencias maravillosas, que sucedieron hace 5 años, todavía hoy calan mi corazón com la alegría más grande.
Esta semana leí algo que decía que siempre que volvemos de un viaje decimos “de vuelta a la realidad” y lo hacemos de manera negativa. Decía que nuestra realidad debería ser lo más extraordinario que vivimos; que la deberíamos de hacer increíble todos los días de nuestra existencia, y no solo cuando nos vamos de viaje. Yo estoy totalmente de acuerdo con esta línea de pensamiento. Sin embargo, yo he pecado muchas veces de ese sentimiento de tener que “volver a la realidad.”
No es que mi realidad sea mala, para nada. Pero como en todo hay responsabilidades, obligaciones, cosas que de verdad no queremos hacer en ese momento, sin saber que abrirán grandes caminos para nuestra vida. Simplemente son momentos cansados o situaciones con las que no quisiéramos lidiar. Traen desgaste y cansancio, por muy positivos que queramos ser. Y en toda realidad sucede, por muy maravillosa que sea.
Y yo pensaba esta semana que por muy extraordinaria que mi realidad es, esos momentos que tengo de desconexión de la misma, cómo son los viajes, crean en mi una gran motivación y expectativa. Me hacen soñar y me hacen mantener la calma y continuar. Esos momentos hacen de mi realidad mucho mejor. Me hacen más fuerte y me traen paz. Me hacen, como les dije al inicio de este escrito, atesorar bienes en el corazón.
Hay momentos que nos desconectan de ciertas realidades y nos hacen vivir la vida al máximo. Los viajes no son un “break” de nuestra realidad, si no más bien un tipo de oxigenación a la misma. Estas situaciones que experimentamos las implementamos en nuestra vida cotidiana y y nos hacen ser mejores en nuestra realidad. Ya sea mejores personas, trabajadores, hijos, madres, parejas, amigos, etc. Porque, aceptémoslo, a veces la realidad es todo menos fácil.
El viaje que tomé hace 5 años y que con gran esfuerzo procuré, ha sido una oxigenación increíble para mi realidad. Ha traído bendición, alegría y enseñanza a mi vida. Después de 5 años veo los tesoros que dejó y como mejoró mi realidad en ese momento y hasta ahora. Después de experiencias maravillosas, sin responsabilidades y obligaciones, cuesta volver a la cruda realidad, por maravillosa que esta sea. Así que brindemos por vivir la vida, por encontrar esos momentos mágicos que hacen mejor nuestros días y que nos traen grandes esperanzas y nos hacen crear una realidad increíble.
La vida no se hizo para llevar, se hizo para comer acá.
¡Feliz Viernes! 😊
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