Hace algún tiempo, mientras estaba en la escuela tenía un amigo que me decía Nicole Pajero. El sobrenombre surgió debido a que yo tenía la tendencia de exagerar las cosas. Quería poder hacer más creíbles las cosas y mentía o exageraba para que estas resultaran “más veraces”. ¿Qué contradicción, no? Mentir para que todo pareciera veraz… Ahora que lo pienso, lo que hacía estaba re mal. A medida fue pasando el tiempo, pues fui reflexionando. Debo de decir es un hábito muy difícil de dejar. No sé si es que te hace ver más interesante o simplemente te reconforta, pero mentir a veces se vuelve adictivo. Me di cuenta de lo malo que era hasta que lo deje. Uno piensa que las mentiras blancas o pequeñas exageraciones no hacen nada, pero no es cierto. Esas no existen, una mentira es una mentira, como sea que la quieras transformar. Estas últimas semanas tuve de cerca a una persona en mi oficina que me ha mentido constantemente. Me mintió respecto a enfermedades, eventos laborales, transporte, un sin fin de cosas que a luces podía ver que no eran ciertas. Es una persona que miente compulsivamente.
Es obvio que me estorba la mentira, pero lo que más me estorba, es que me vea la cara o piense que soy torpe y que no me doy cuenta.
Claramente, creo que si yo no hubiera dejado de ser “Nicole Pajero”, no me hubiese dado cuenta. No puedo decir que dejarlo de hacer fue voluntad mía, fue pura gracia de Dios, como todo en mi vida. Sin duda me ayudó mucho, ya que he podido identificar cuando hay mentira o verdad en el asunto. Al ver este patrón, me dio mucha tristeza que esta persona a su avanzada edad dependa de mentiras para poder vivir, ya que no es solo una costumbre en su trabajo, pero la ha hecho una costumbre en su vida personal y familiar. No sé si es que un mentiroso reconoce a otro, pero cuando la escucho y la veo enredarse sin poder recordar que anteriormente ya había dicho otra mentira y no resultan compatibles, reconozco su mentira. Ella no se inmuta, parpadea, y para ser honesta, no parece importarle su mentira o que sean coherentes. Exasperada le dije que no sabía como era su vida, pero no quería que me siguiera mintiendo. Le dije que no sabía mentir porque no recordaba sus palabras y que no podía ser posible que un día fuera una versión y al siguiente otra. Que debía dejar su cadena de mentiras. Ella se sintió ofendida por mi reacción y me dijo muy molesta que yo no entendía su vida. Una mentira es una declaración realizada por alguien que cree o sospecha que es falsa en todo o en parte, esperando que los oyentes le crean, de forma que se oculte la realidad en forma total o parcial. Queremos justificar encontrando un lugar a las mentiras en nuestras vidas. Buscamos maneras de adaptarlas a nuestra vida. Decimos que son pequeñas “mentiritas”, aquello que ocultamos para hacer sentir mejor a nuestros seres queridos. Les llamamos “mentiritas blancas” que hacen feliz en lugar de dañar. Pensamos a veces en nuestros adentros que decir una mentira nos hará bien, nos hará sentir mejor o hará un bien. Déjenme decirles algo, las mentiras nunca harán nada mejor. A la larga siempre empeorarán todo, ya que la verdad siempre prevalecerá, la mentira nuca se quedará oculta. Pensamos que los que no mienten son moralistas en extremo y que juzgan, pero no hay realmente una excusa para mentir.
Alexander Pope escribió: “El que dice una mentira no sabe que tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de ésta primera”. La verdad, después de haber sido así, es cierto. Mentimos y nos metemos en mil embrollos para poder sostener una “mentirita pequeña”. Mi mamá suele decir “Llega siempre más lejos un renco que un mentiroso”. Cuando estaba chiquita y me decía este dicho, siempre imaginaba un largo camino como una carrera y me imaginaba a dos personas cojear, pero nunca veía porque el mentiroso tenía que ser el lento. Me imaginaba al mentiroso llegar antes porque hubiese utilizado cualquier clase de artimañas para poder llegar a la meta. Afortunadamente aprendí la lección después de varias vergüenzas en las que me vi descubierta por la verdad. Puedo decirle que no hay peor sentimiento. Después de que te das cuenta y pasas estos momentos tan embarazosos te das cuenta que solo daña tu vida y tu reputación. Que debes de tomar alguna vitamina especial para poder recordar todo aquello que dijiste. La vida es muy corta para vivir sosteniendo una farsa. No vinimos al mundo a sostener farsa y cosas irreales, vinimos a ser auténtico y vivir a plenitud.
Después de esta semana reflexioné en lo triste que era estar mintiendo por cosas sin sentido. Ver la vida de un adulto basarse en mentiras es muy triste. Siempre he escuchado que los mentirosos no cambian solo se vuelven más ágiles, pero les digo que este tan horrible mal del cual alguna vez yo padecí, si es curable y todo está en nuestras manos. Espero que reflexionemos y pensemos diferente acerca de las pequeñas mentiras que hacemos o de las grandes. Hagámonos un examen de conciencia y aunque sea duro enfrentemos nuestra vida con la verdad.
Les reporto que ya tengo un buen tiempo sin que me digan “Nicole Pajero”. ¡Feliz Viernes! 😊
No se puede tapar el Sol con un dedo.
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