El día de hoy estuve pensando mucho sobre el tema que correspondería a este viernes. Pensaba en los temas de las últimas semanas, pero hay algo en específico de esta época que ha llamado mi atención. Esto es los cambios que trascienden en nuestras vidas.
Estos meses son muy conocidos porque representan las galas de graduación de muchas de las escuelas. Hace 10 años el primero de junio, yo desfile como graduada de colegio del brazo de mi orgulloso papá.
Al ver las fotos que muchos de mis conocidos que actualmente están pasando por ese momento, ha sido inevitable para mi recordar esas épocas en mi vida. Vienen a mi mente los recuerdos de cuánto tiempo había esperado yo para que ese tan ansiado día llegará. Soñaba con el vestido, la fiesta y más que nada en no tener más tareas y proyectos. Representaba para mi cierta libertad. Creo que para todos eso representa el salir de la escuela/colegio: libertad. Representaba esa transformación de ser visto como un niño a un adulto. Les prometo, yo me sentía grandísima, como que había vivido cientos de años y tenía gran experiencia.
Al entrar a la universidad, la vida era totalmente distinta a la escuela. Extrañaba los días en los que la única preocupación eran los exámenes. Había deseado tanto ser adulta que no me había dado cuenta de las responsabilidades que conllevaba. A medida fue pasando el tiempo me adaptaba a mi nueva vida, enamorándome de ella. Me parece a mi que nuestra vida está marcada por grandes cambios. Cada vez que cerramos un ciclo y sentimos que hemos perdido parte esencial de nosotros mismos, nos vemos inmersos en otro al que nos cuesta adaptarnos. Desde el día en que nacemos nos encontramos en una continua transformación. Cambiamos desde nuestro físico, nuestros pensamientos, nuestros sueños y aspiraciones. Lo que nos parecía tan certero a los 18 años ahora parece irrisorio. Nuestros gustos, necesidades y personalidad van cambiando de la manera en que jamás nos imaginamos. Nuestras amistades, con quien nos relacionamos y de la manera en que lo hacemos se va depurando, y a medida cambiamos, así también cambian nuestras relaciones.
Lo que era lo más importante en aquel entonces pasó ahora a un tercer o incluso cuarto plano. La vida y las circunstancias se van encargando de moldearnos. De llevarnos al rumbo que nos corresponde buscando mejores e incluso, más grandes sueños. Cada ciclo que cerramos abre la oportunidad a nuevas cosas. La vida nos va madurando. Las experiencias que vamos adquiriendo nos van cambiado y nos van “descascarando”, preparándonos para cada uno de los momentos de nuestra vida. Al cerrarse los ciclos tomamos la oportunidad de tomar nuevos caminos, de emprender nuevos proyectos y de evolucionar. Convertirnos en aquello que jamás imaginamos.
Al escribir este Viernes buscaba las imagines que iba a utilizar para acompañarlo y mientras remembraba el pasado no podía más que ver los cambios en todo lo que anteriormente describí. Les puedo decir desde el fondo de mi corazón que yo en aquel momento, nunca imaginé que mi vida sería lo que es hoy. Me siento tan feliz en ver en lo que me he convertido. Que mis sueños se han transformado y configurado de las más extraordinarias maneras. Siento orgullo en cada una de las actividades que realizó hoy en día. Les aseguro que si ustedes reflexionan desde ese momento en que sentían aquella libertad tan añorada a los 18 años, verán como se han transformado cada una de sus expectativas, aspiraciones, deseos y sueños. Les invito a que recuerden esos momentos tan trascendentales que marcan un antes y un después en nuestras vidas y sentirse orgullosos de lo que son hoy en día. Después de todo, recordar es vivir.
“Y justo cuando la oruga pensó que era su final, se transformó en mariposa.”
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