Para los católicos del mundo, comenzó la Cuaresma el primero de marzo con el miércoles de ceniza. Desde hace un tiempo ya, decidí cambiar aspectos de mi vida y comenzar a tratar de llevar una vida más ordenada en las cosas de Dios. La Cuaresma, como muchos sabrán, es un tiempo de conversión para la gran fiesta Pascual. Es el tiempo que tenemos para cambiar algo de nosotros para poder ser mejores y vivir en Cristo. La Cuaresma viene acompañada de ayunos, sacrificios y de ciertas renuncias. Al ayunar doblegamos nuestra voluntad renunciando así a todo aquello que nos aleja de una vida santa.
De verdad el tiempo de Cuaresma me encanta y, en cuanto a lo litúrgico, siempre aprendo mucho. El día de hoy les relato mi experiencia. Antes del miércoles de ceniza, muy fervientemente había ya identificado mis puntos de lucha y los ofrecería como ayunos. Estaba yo muy emocionada. Debo mencionar que hay muchos tipos de ayuno, como por ejemplo: el no utilizar malas palabras ni malas expresiones, ayunar de enojarse, criticar al hermano y siempre están los ayunos en los alimentos. Aunque practiqué diversos tipos de ayuno durante los días previos a la cuaresma, me enfoque en el ayuno para con las personas y mi manera de relacionarme con ellas.
Alegremente, confiando que llevaría mi ayuno en amor, silencio y con mucho fervor, me dispuse a entregárselos a Dios. Yo desde el inicio sabía que no sería fácil, pero sabía que era algo bueno y lo bueno cuesta. Durante los primeros días, hubo todo tipo de circunstancias, desde la más pequeña hasta la que el “Vaquero” dentro de mi quería salir a flote, sin embargo, todo marchaba bien. En ningún momento yo exploté, me desalenté, dije alguna mala palabra, ni nada, todo marchaba de maravilla. Yo me sentía extremadamente feliz porque las situaciones se daban y yo entendía que me tenía que limitar a decir las palabras correspondientes, sin alterarme ni crear ningún tipo de controversia.
Los retos, a medida que las semanas fueron pasando, se tornaban más difíciles. No me resultaba tan fácil controlarme como lo había sentido en los primeros días. Habían días que no sabía si eran mis hormonas, las hormonas de las otras personas, pero honestamente no era nada fácil. Cosas que por lo general, no pasaban, comenzaron a suceder. Habían momentos en mis periodos de oración que decía: “Señor, yo sé que estoy en ayuno, pero ¿no te parece que ha sido bastantito?” Debo decir que habían días en los que yo pensaba: “Estás personas saben que estoy en ayuno y que no puedo exteriorizar todo lo que realmente quisiera”. Era como si me retaran. Mis ojos en serio no daban crédito a lo que veían y mis oídos menos a lo que escuchaban. Morderme la lengua no siempre resultó tan fácil como pensé que sería.
Renunciar a los placeres en la comida no requirió en mi mayor sacrificio, pero ayunar de exteriorizar lo que verdaderamente quería decir, ese si fue un verdadero problema.
Me parece a mí que cuando queremos ser mejores personas, queremos mejorar algo sobre nosotros, nunca ponemos la barra demasiado alta. Siempre cedemos a nuestras complacencias y siempre resulta más fácil ceder a lo que ya conocemos o a lo que ya somos. Siempre nos deshacemos de nuestra propuesta de ser mejores porque se puso muy difícil. El ego siempre nos dirá que nosotros no estamos mal, si no el mundo que nos rodea. Buscaremos un sin fin de excusas y explicaciones para renunciar y creer que estamos en lo correcto.
Yo, con toda la honestidad del mundo, les puedo decir que para mí ha sido muy difícil conservar mis ayunos durante estas semanas, muy difícil aceptar que soy yo la que necesita el cambio y no las personas al rededor mío. He pasado rectificando cada una de mis intenciones y haciendo conciencia de que al enojarme y contestar de manera descortés, solo me afecta a mi. Que sentirme frustrada o en descontento por alguna circunstancia en particular me pone mal a mi, no a nadie más. Cambiar nunca es fácil, pero siempre trae consigo grandes recompensas.
Es mi parecer que sin importar a qué religión pertenezcamos siempre hay algo que podemos mejorar de nosotros mismos para vivir en armonía con todos los que nos rodean, incluidos nosotros. Ofrezcamos un cambio por una sociedad más humana que tanto lo necesita en estos momentos, menos perfecta, más armoniosa y de amor. Cada quien conoce sus puntos de lucha, está en nosotros reconocerlos y hacer el cambio. El camino de la Cruz nunca es fácil, siempre lleva consigo dolores y renuncias. Sin embargo, es un camino de amor y de esperanza, ya que sabemos que al final de la Cruz, está la recompensa más grande de todas: Jesus.
Sé que mi camino Cuaresmal no ha sido fácil, pero persisto en llevar mis ayunos en amor y felicidad, y cuando me salgo un “poquito” de la raya trato de rectificarlo inmediatamente. Hoy al caminar con Jesus en el Santo Viacrucis, llevare mis ayunos conmigo, esperando ser transformada y renovada el Domingo de Resurrección.
¡Feliz y Meditativo Viernes! 🙏🏼
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