Hace mas o menos dos meses me dijeron que se me había puesto en es ese lugar en específico para florecer. Humana, errada y adelantadamente yo me hice todo tipo de ideas en la cabeza con esa palabra, “florecer”. Yo veía eso de “florecer” como un proceso, si, pero en mi cabeza ya la semilla estaba plantada y “pufff”, con un soplido mágico, nacería la enredadera más espectacular de flores salvajes que jamás se hubiese visto. No exagero cuando les digo que yo anduve esas palabras en mi cabeza por cualquier cantidad de tiempo y que muy literalmente yo veía esa enredadera imaginaria creciendo. Y ¿qué creen? Se me olvidó que para florecer, se necesita pasar por todas las estaciones. Se me olvidó que para florecer se necesita de agua, abono y hasta de algunos vientos fuertes. Dejé de tomar en cuenta el dolor que conlleva florecer, ya que se va limpiando y arrancando la hierba que va creciendo.
En todo este tiempo anduve yo pensado, “¡que emoción estoy a punto de florecer!”; “¡Ya voy a florecer!”. A todo esto, sin ningún tipo de abono o lluviesita. Se podía decir que yo tenía las respuestas a TODAS las preguntas y yo me sentía feliz, plena y radiante. Sabía que la enredadera llevaría tiempo, pero no habría nada en lo absoluto que la detuviera. El chasquido de dedos estaba cerca y las flores prometidas crecerían.
Hace poco me di cuenta de cuán errada estaba mi percepción de aquellas palabras que tanto me habían hecho soñar, que tanto me habían impresionado y que de cierta manera se habían impregnado dentro de mi ser. ¡Ah!, pero de la manera que yo decía, quería y creía: siembre semilla y crece la flor. Cuando por fin yo tenía todas las respuestas, cambiaron todas las preguntas, como dijo Benedetti. Cuando empezó a llover dentro de mi, no fueron tres gotitas, ¡NO! ¡fue un jodido tsunami que arrasó con cualquier siembro que tuviese a su paso! El dolor y la agonía se apoderaron de mi corazón, de mi cuerpo, de mi mente. Hasta el pelo y las pestañas me dolían. Sin embargo, pese a mi dolor, yo decidí ser estoica.
Me dije a mi misma, “Es lo que es, mi misma. Vos pediste una respuesta y se te dió. Ya vas a florecer”. Hablaba del tsunami acaecido en mi como cualquier cosa. Hasta que me cayó el 20 y empecé a ver las consecuencias de lo que yo muy estoicamente había “asimilado”. Terapéuticamente, hablé con un amigo casi hermano y me dijo, “Nicky, no trates de ser fuerte. Entre más llores, más rápido sanará tu corazón”. Mi amigo sabio prosiguió, “Sé que duele, pero trata de disfrutar ese dolor. Hasta el dolor hay que aprender a disfrutarlo, porque es parte de la vida y cada risa y cada lágrima, nos construye y nos prepara para lo siguiente, que estoy seguro es mejor”. Me explicó que el año pasado se había sometido a una operación de espalda que consistía en una descompresión lumbar en dos vértebras, injerto de hueso y colocación de dos plantillas y cuatro tornillos y que su doctor al verlo entrar caminando un mes después, le dijo, “¿Cómo es posible que usted ande así?” Y le contestó, “¿Por qué no, doctor? Todo el mundo se enfoca en aliviarse, pero se olvidan que el dolor es parte importante y necesario de ese alivio”.
Entendí que el universo no está tratando de inundarme a base de tsunamis, no. Que estaba bien que lloviera y que yo me sintiera herida. Me está tratando de hacer florecer, está intentando despertar esa enredadera, limpiándola y abonándola, para que pueda ver qué es real y por lo que vale la pena luchar. Toma tiempo sanar, pero también requiere coraje. El dolor hace bien. Es en el dolor y la prueba que nos perfeccionamos. Porque yo tenía mi mirada en lo que yo pensaba que iba a ser la florecida, que era de un chasquido, y en un futuro; perdí de vista que yo ya estaba floreciendo en el lugar donde se me dijo, y los pequeños capullos ya han comenzado a crecer, este aguacero solo los alimentará. El reto no está en solo en sobrevivir a la tormenta, si no salir más verde, floreado y hermoso de la misma.
Sin importar en qué temporada o estación de la vida nos encontremos, la tenemos que aprender a disfrutar y a celebrar. Todo es producto de crecimiento. Así estés en la temporada más dura de lluvias, ahogándote hasta el cuello o con un sol esplendoroso que hace crecer todo a su paso, hay que disfrutarlo, hay que asimilarlo. No importa si al tener todas las respuestas las preguntas cambian, el agua se llevará las respuestas viejas y surgirán las nuevas. Ese es el ciclo de la vida. Y como yo no lo puedo decir tan bien como lo hace Disney, les recuerdo que “la flor que florece en la adversidad es la más rara y la más hermosa de todas”. Así que mis queridos saltamontes, que comience a llover.
“Le pedí a Dios que me hiciera florecer y comenzó a llover”.
¡Feliz Viernes! 😊
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