Después de leer este título ustedes fijo pensaron “¡Que apasionada amaneció la Nicole hoy!” Y si, de hecho hoy traigo un Viernes de Nicole cargado de sentimientos, tanto que no sabía ni cómo empezarlo. Y es que, pucha, ¡que año más desafiante este 2020! Ha sido tan extremo que nos ha hecho adaptarnos a realidades que jamás pensamos. No solo hablo de las mascarillas, de vivir desinféctanos constantemente o aun, con ese miedo que tenemos de infectarnos. Mucho más allá de eso, hemos aprendido a vivir sin cosas que antes para nosotros eran algo tan, pero tan común que JAMÁS reparábamos en su importancia. Y es de esas cosas precisamente de las que quiero hablarles hoy. De esa hambre de la piel, que nosotros comúnmente denominamos abrazos.
Honduras no solo ha pasado por la misma pandemia que ha afectado al mundo entero. Encima de todo, un país que lucha por sobrevivir, fue atacado por un huracán devastador. Un huracán que después de toda la crisis que la pandemia ha generado (porque seguimos en pandemia), ha destruido las vidas de muchos hondureños. Pese a tanto dolor, el pueblo hondureño ha salido en pro del pueblo. Los hondureños nos hemos involucrado de una manera increíble a ayudar a las personas que tanto lo necesitan. Ser hondureño y ver que pese a pandemia, miedo al contagio, peligro de que te asalten, la gente anda en la calle viendo cómo ayuda, solo te llena de orgullo y amor. Pero ha sido duro también, ver tanto dolor y no poder estrecharnos. Ver tanta miseria y no poder acerca a alguien a través de un abrazo. Ves tanto dolor y tanta necesidad que lo primero que pensas es en abrazar y no podes.
Y yo no había reparado en esto, hasta la semana pasada. En medio huracán, me tocó por un asunto familiar viajar a Costa Rica. Mi avión fue el penúltimo en salir antes perderse el aeropuerto internacional de San Pedro Sula. Yo me disponía a ver a mi tío, alguien fundamental en mi vida. Después de mucha incertidumbre y muchos retrasos, por fin llegué a San José. Cuando vi a mi tía por primera vez, mi instinto fue abrazarla y luego recordé que no podía. Que no podía ponerla en riesgo a ella y por ende a mi tío, que es un adulto mayor. Después de tanto tiempo, después de la odisea, después de todo, estábamos de frente y no podía estrecharla. No les puedo explicar lo que se me arrugó el corazón. Esto no fue nada comparado al momento en que el cual entré por la puerta de la casa, mi tío estaba ahí con su sonrisa inigualable y no podía abrazarlo.
Aunque me senté a cenar junto a ellos, a tomarnos nuestras respectivas cervecitas, a platicar y ponernos al día, no les puedo explicar el sentimiento de verlos a ambos y no poder abrazarlos. Después de unos días juntos, mientras departíamos en nuestras rutinarias tardeadas compartiendo entre vinitos y tapas, tocamos el tema de los tan deseados abrazos. Mi tía explicaba que tuvo el mismo sentimiento que yo tuve al momento de verme. Que era un sentimiento de impotencia tan fuerte que no sabía cómo describirlo. Empezamos a platicar de como hemos vivido 8 meses sin estrechar a nadie. Como antes del 2020 los abrazos eran parte de nuestro lenguaje de amor y ahora, los habíamos eliminado por completo. Como antes los abrazos para nosotros eran tan comunes, algo tan “normal” que ni si quiera reparábamos en su importancia. Y es cierto, cuánto bien hace un abrazo.
El tema me interesó tanto que comencé a hacer una investigación completa acerca de los abrazos. Inevitablemente, pensé en cómo dentro de tanto dolor que los hondureños estamos sufriendo, no nos podemos consolar a través de un abrazo, de esa estrechez. ¡Eso tan nuestro! Como no podemos saciar esa hambre de la piel que todos tenemos. Nosotros no podemos dimensionar lo desastroso que es para nosotros físicamente y obviamente, emocionalmente, no abrazar.
Los abrazos regulan nuestro sistema nervioso, relajan, dan confianza y seguridad. Muchos de ustedes ya podrán saber esto, pero más allá de esto, liberan seratonina, oxitocina y todas las “inas”. Regulan nuestra precisión arterial; fortalecen nuestro sistema inmune (algo tan necesario ahorita en la pandemia). Todo el sistema primario de emociones: miedo, alegría, tristeza, enojo y afecto, puede ser controlado a través de algo tan simple como un abrazo. Recibir afecto no es solamente un vínculo emocional sino también una NECESIDAD HUMANA.
Los casos de depresión y cuadros de ansiedad, sin mencionar las manifestaciones físicas como ser las alergias, problemas respiratorios, insomnios que muchas personas han padecido durante la pandemia, se deben a causa de la falta de abrazos. ¿Y realmente, podemos remplazar un abrazo? ¿Hay algo que sustituya esa estrechez? Lamentablemente la respuesta es NO.
Médicamente hablando no haya nada en el mundo que sacie el hambre de la piel, como un abrazo. No podemos sustituir el contacto físico con nada. No hay manera de llenar ese vacío que es uno de los cinco lenguajes del amor. Sin embargo, si podemos “paliar” los efectos de esta hambre de la piel de distintas maneras como ser el humor, mantener una disposición moderadamente optimista del futuro en que nos abrazaremos, recordar buenos momentos y a la vez, tocarnos con las palabras expresando amorosidad y comprensión.
Después de leer y analizar la importancia de los abrazos, realmente no sé cómo hemos sobrevivido tanto tiempo sin ellos. No comprendo como los dábamos por sentado cuando los teníamos a nuestra disposición siempre que queríamos. Aunque nos valgamos de todos estos mecanismos sustitutos para abrazar, sabemos que nunca se sentirá igual. Porque el objetivo del abrazo nunca será rodear a la persona con los brazos, sino acercar el corazón propio al otro. ¡Feliz Viernes!😊
Por muy cerca que estemos, NADA sustituye un abrazo.
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