¿Les pasa que sucede algún problema en su rutina diaria, algo que no estaba planeado o un pequeño atraso y de pronto todo se vuelve un caos? Vemos pequeñeces como que fuesen el fin del mundo. O si alguien no nos habla con dulzura, inmediatamente nos sentimos atacados y sumergidos en preocupación de “¡¿qué le hice yo?!”
¿Les ha pasado? ¡Digan la verdad!
Yo les puedo decir que yo lo he hecho en innumerables ocasiones. Asumo que personas están enojadas conmigo porque no me sonríen de la manera en que usualmente lo hacen; o puede ser que si algo no sucede exactamente como lo tenía planeado es: “¿por qué me pasa esto a mi? ¿Qué he hecho para merecer esto?” Y la verdad… es una situación que se logra solventar en menos tiempo que el que pasé sufriendo y renegando.
A mi me sucedió durante toda esta semana. Tanto yo haciendo drama y viendo a otros hacerlo. Y mientras otros lo hacían, me pude dar cuenta de mi error y decirme “tengo que bajarle dos rayitas a mi drama”.
La primera situación fue la siguiente: entré a mi oficina el lunes muy sonriente y con un look de cabello nuevo. A lo que mi asistente dijo, con cara de desagrado: “Jamás pensé verla así de rubia, está amarilla”. Como entenderán, el comentario no cayó nada en gracia y todo el día estuve obsesionada con mi cabello, viéndomelo en un espejo y de malas, pensando: “¿y será que me veo tan ridícula?” Todo el día tuve estos pensamientos en mi cabeza hasta que compartí los comentarios de Carola (mi asistente) y me dijo: “Y que importa lo que le digan las demás personas mientras a usted le guste. A usted es la única persona a la que tiene que gustarle”. Entonces comprendí que tenía razón y dejé de obsesionarme con mi cabello y volví a mi habitual sonrisa.
La segunda situación es la que me hizo ver todo el drama innecesario que tenemos en nuestra vida. Una persona cercana a mi ha pasado por una serie de situaciones difíciles tanto emocionales, laborales y sociales. Cada vez que la veía, todas las conversaciones desencadenaban en el tema de sus problemas. No importaba que comenzáramos hablando de unicornios, la conversación terminaría en su infinidad de problemas, en todas sus dificultades y de lo imposible y problemática que es su vida, y que nadie la quiere.
Aquí fue cuando me di cuenta: ¡¡YO HAGO EXACTAMENTE LO MISMO!!
Les prometo que me asuste.
Traemos esta cantidad de drama a nuestra vidas haciendo constantemente todo más grande de lo que es. Cometemos infinidad de “errores de interpretación de la realidad”, donde nos creemos responsables de las relaciones emocionales de los demás. Las demás personas están sumergidas en sus propios problemas donde nosotros nada tenemos que ver. No podemos pretender leer la mente de las personas, entender cada gesto, cada acción y cada palabra que la otra persona lleva a cabo, haciendo una cantidad de conclusiones precipitadas.
Debemos sacar el drama de nuestras vidas. Debemos dejar de pretender que todo es el fin del mundo y que nada tiene solución. Si bien es cierto, los problemas y dificultades te pueden robar un poco de tiempo y paz, mas no serán eternos.
No podemos controlar los pensamientos y actitudes de los otros, pero los que si podemos controlar son los nuestros.
Les hago una propuesta mis queridos lectores, en lo poco que queda de este año, eliminemos el drama de nuestra vida. Reaccionemos positivamente ante los problemas que se puedan suscitar y dejemos el drama para donde está reservado… el escenario.
¡Feliz Viernes! 😊
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