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Foto del escritorNicole Vaquero

Del otro lado de los miedos, está la vida.


¿Han tomado alguna vez una decisión sabiendo que es lo correcto, lo que procede, queriendo realizar una buena acción, pero que el resultado de su acción pueda ser peor? El adagio establece “te va salir peor el remedio que la enfermedad”.

Esta semana por cuestiones de la vida, del destino, caminos de Dios o como lo quieran llamar, me tocó tomar una decisión de este tipo. Los niños que asisten a la escuela en la que sirvo como maestra ad honorem son niños de escasos recursos, niños en un riesgo social terrible. Niños que reciben maltratos tanto en su “hogar” como en la escuela. Niños que no guardan ningún tipo de esperanza. El día martes se dio el caso de un pequeño de 7 añitos, que actualmente se encuentra en primer grado, fue azotado con un alambre por su “madre” por no terminar rápido de barrer antes de irse a la escuela. La situación ya era repetitiva, pero nunca a esta magnitud. De los fuertes azotes propiciados, el niño no sólo quedó marcado, pero le arrancó los pedazos de piel de la espalda, causando en él terribles lesiones. No bastándole, lo tomó de una oreja hasta que le sacó sangre. Aún así, el niño se presentó a sus centro estudiantil. Aún no me explico cómo podía soportar tener encima su pequeña camisa.


No podía no hacer nada, así que envié fotos a la Fiscalía de la Niñez y ellos de inmediato se personaron a la escuela para tomarle declaración al menor. Debido a que las lesiones eran tan graves, se le tuvo que llevar a Medicina Forense para que se le evaluara, resultando estas heridas en 8 días de incapacidad.


Mientras todo esto pasaba, se lo comenté a mi mamá. Me dijo: “Tené cuidado con lo que haces. Vos no sabes el futuro de ese niño si entra al sistema. Va ser peor el remedio que la enfermedad. Que le llamen la atención a los padres.” Sabía que mi mamá tenía razón, pero el niño no podía volver donde todos los días era maltratado, golpeado e insultado. La ley dice que si hay un caso infraganti, el menor debe ser sacado de su hogar, deteniendo a la persona que lo maltrate y este será entregado solo a un familiar, decretando medidas a la persona que lo maltrató.


Pero, ¿qué pasa si devolverlo al mismo hogar resulta en lo mismo o peor? ¿Qué pasa si el menor es abusado, maltratado o incluso asesinado por haber hablado? ¿Qué pasa si el menor entra en el sistema? ¿Se vuelve solo un número más, vulnerable a la misma cantidad de maltratos que recibía en su hogar? Tomar esa decisión no es nada fácil. Partirse entre tomar acción y hacer lo correcto, afrontando las consecuencias que acarree o simplemente ver pasar el abuso día tras día e ignorarlo. Una vez puesta la denuncia no había marcha atrás. No había manera de parar lo inevitable. Tomaron en custodia a la madre y el niño fue ingresado a un centro mientras se ubicaba a un pariente cercano. El pariente cercano nunca apareció y no se le podía entregar al supuesto papá, porque no tenían los mismos apellidos y, aparte de eso, el niño lo había identificado como abusador también. El maltrato infantil o abuso infantil es cualquier acción u omisión no accidental en el trato hacia un menor, por parte de sus padres o cuidadores, que le ocasionan daño físico o psicológico y que amenazan su desarrollo físico y psicológico. Según nuestro Código de Niñez y Adolescencia se identifican como tipos de maltratos la omisión, la supresión y la transgresión. En el año 2016 el Ministerio Publico recibió 964 denuncias por maltrato infantil. En lo que va del 2017, 250 denuncias. Siendo la denuncia más frecuente por transgresión, que causan daños físicos o emocionales a los niños. El 67.9% de la población infantil en Honduras, viniendo a ser un promedio de 2.4 millones de niños, niñas y adolescentes viven en situaciones de riesgo a ser maltratados. No sé ustedes, pero a mi estos números me parecen escalofriantes. Saber que debajo de nuestras narices se dan cualquier cantidad de abusos infantiles sin que se haga algo me parece inconcebible. Saber que solo ciertos casos se denuncian y que solo se tienen dos opciones: regresarlos donde recibieron el abuso o que ingresen a un sistema que no garantizará los derechos básicos de los niños, es aterrorizante. A diario miles de niños son regresados a hogares donde se les vende sexualmente, en donde son azotados, en donde valen menos que nada. Donde su derecho a la vida queda a disposición de quien tengan alrededor. Donde la educación es un lujo y no un derecho. Donde no hay amor, pero si abundan los golpes y los abusos. La realidad de los niños en estas condiciones da miedo. Más miedo da saber que si entran al sistema del gobierno su futuro será más incierto. Da temor que las expectativas de un niño desaparezcan al volverse un número más. En el año 1990 el Estado de Honduras ratificó la convención sobre los derechos del niño. Dicho instrumento reúne los principios esenciales para garantizar a la niñez el acceso a su bienestar general. Nuestra Carta Magna establece que es deber del Estado proteger a la infancia y que la niñez gozará de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos. La triste realidad es que aunque el Estado haga su mayor esfuerzo por salvaguardar los derechos de los niños resulta casi imposible lograrlo. Lanzo un llamado para que juntos nos pronunciemos a favor de todos los niños que son maltratados y abusados. Que sus derechos no se toman en cuenta. Lanzo un llamado para que tomemos acción y encontremos una mejor solución para ayudar estos niños. Dejar pasar los abusos nos convierte en igual o peor que los abusadores. Alejemos nuestros miedos para que podamos dar una vida digna a todos estos niños que tanto lo necesitan.

Comparemos nuestra niñez a la de estos niños. Pensemos en todo aquello que nosotros gozamos y que dábamos por sentado. La libertad y la alegría que tuvimos no es una constante en la mayoría de los niños. Démosles la oportunidad de sentir todo aquello de lo que gozamos nosotros, pero más que nada seguridad y amor. Les digo con alegría que el niño de quien les hablé, se encuentra feliz. Muy bien alimentado y con cero temor. Aunque todavía su futuro es incierto, su mirada y su sonrisa de júbilo, me dan una tranquilidad que regocija mi alma. Sabiendo que tomé la mejor decisión en actuar.

“No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño, de quién dependen la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana”.

¡Feliz Viernes! 😊 SI TE GUSTO DALE LIKE, COMPÁRTELO Y SUSCRÍBETE.

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