A mediados del año pasado escribí un Viernes de Nicole titulado “El Amor en tiempos de internet”. Planteaba las dificultades que se dan hoy en día. En la época de la tecnología y la conexión permanente, existe mucho drama y problemas innecesarios. Ese escrito planteaba cuánto peso le damos a una “acción” por medio de las redes sociales y cuánto podemos descalificar un hecho real, concreto y personalizado. No había vuelto a pensar en este Viernes de Nicole hasta que el domingo pasado, una tía que es el extracto de la cultura y MUY involucrada en el Viernes de Nicole, me hizo llegar un video. El video se titula “La innovación del héroe perezoso”.
El expositor de dicho video planteaba la interesante tesis, de qué habría pasado con la literatura clásica si cada protagonista tuviera un teléfono celular. Jocosamente, el interlocutor decía “el Coronel siempre hubiera tenido quien le escribiera, aunque fuera correo no deseado; Caperucita habría alertado a la abuela y el leñador no hubiese llegado; Hansel y Gretel hubieran enviado su ubicación exacta y los habrían ido a rescatar”. Hablaba también de las historias de amor. De la que todos conocemos por excelencia: Romeo y Julieta. La trama de Romeo y Julieta es precisamente la incomunicación. Si hubiera existido la telefonía móvil Julieta le hubiera podido mandar un WhatsApp a Romeo diciéndole que no estaba muerta y que todo era un plan elaborado para fugarse. Que no se preocupara y que se vieran en Verona a los tantos días. No habría literatura clásica porque no habría conflicto. Yo no me quedé con los ejemplos de él, llevé mi mente a pensar en otros ejemplos más contemporáneos como por ejemplo en que Penelope no esperaría en la estación del tren, ni la loca del muelle de San Blas se habría quedado estancada ahí. Si Sabina hubiera tenido teléfono celular, no hubiera perdido contacto con la chica del pueblo con mar después del concierto. Imaginaba en qué trío dinámico hubiesen hecho esos tres si por alguna red social se hubieran conocido.
Finamente el video cerraba haciendo una pregunta: “¿No nos estaremos privando de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente?”
Creo que me conocen lo suficiente para saber cuánto esto me dio vueltas en la cabeza. “¡Dios mío, pero si yo soy una romántica sin causa ni remedio, obviamente no me pasan estas cosas!”, exclamé mientras analizaba algunas situaciones en mi vida particular. Sin embargo, al sentarme a analizarlas, me di cuenta que no solo era una heroína acomodada y perezosa, pero miedosa. Saqué la cuenta de cuántos mensajes de texto envié desde la silla de un avión en lugar de correr en el aeropuerto por alguna persona como un acto heroico de amor. Pensé en cuántos correos he enviado para despedirme de alguien que ha significado mucho en mi vida, en lugar de buscarlos y abrazarlos en persona. De cuántos perdones o disculpas he pedido por algún medio electrónico, evitando dar la cara. Cuántos favores he pedido por mensaje. Saqué la cuenta de cuánto he reducido mis acciones de “valentía” por la comodidad de un mensaje de texto o una llamada telefónica.
Creo que si todos sacamos la cuenta de esto, nos horrorizamos. Lo hemos hecho más de lo que pensamos, por muy románticos que podamos ser. Hemos reducido toda aventura al alcance de un click, esto incluso antes de la pandemia mundial. ¡Ahora es peor! Ahora todo se reduce a la virtualidad. Y entiendo que sea por causas de vida o muerte, pero no podemos permitir que nuestros amores, amistades, relaciones, aventuras, enojos, berrinches se lleven a cabo a través de un mensaje, una llamada, un “zoom”, una historia en instagram, un estado en Facebook o WhatsApp. Hemos olvidado que la vida es aquí y es ahora y que ningún mensaje, ni escrito por el mismísimo Neruda, superaría las acciones reales.
Hemos reducido nuestras aventuras épicas, nuestros azares, a lo que una aplicación diga. Hemos quitado un componente tan importante como lo es la incertidumbre, por lo que dice un buscador; todos tenemos distintas patologías, diagnosticadas por doctor Google.
Y yo no estoy en contra de la tecnología. Amo y valoro poder tener acceso a muchas cosas a través de ella, pero no deja de asustarme que hemos sustituido los abrazos reales por los virtuales. Hemos dejado de vivir experiencias por acomodados, por cobardes. Hemos reducido la vida a mensajes, llamadas y correos. Quitándole la chispa a la misma.
No sé cómo todos podemos fantasear con estas vidas novelescas, porque TODOS LO HACEMOS, pero no estamos dispuestos a desprendernos de nuestra tiricia. Estamos esperando que la vida nos cambie sentados cómodamente, esperando tener el cuento de hadas perfecto mientras manejamos el mundo a través de un celular. Y la vida necesita de más. Necesita de sudor y esfuerzo para funcionar. No es que nos vamos a deshacer de la tecnología ni de los teléfonos celulares, pero creo que a lo que podamos agregar nuestra humanidad, parte de nuestra alma, lo debemos de hacer. Todo lo que pueda tener más de nosotros será mucho mejor que algo virtual. Podemos hacer un esfuerzo para recuperar un poco de fantasía y emoción a nuestras vidas.
Yo rehuso la tesis de la innovación del “Héroe Perezoso”. Me rehuso a seguir viviendo al borde de un click. Me rehuso a seguir demostrando emociones a través de historias y mensajes. Yo quiero vivir mi vida, si bien es cierto que de manera novelesca tal vez no sea la manera perfecta, ya que lo perfecto aburre, pero no nos podemos privar de esa magia. Quiero la emoción de no saber, el reto de conseguir algo que me costó. Quiero la emoción de correr, por cursi que suene, por un aeropuerto o una línea fronteriza, para gritar mis sentimientos y no guardarlos para un mensaje de texto llano, frío y superfluo.
Hace un año y medio que escribí “El amor en tiempos de internet”, solo lo había reducido a los conflictos que éste causaba. No me había dado cuenta de qué tanto nos perdíamos por vivir aventuras meramente cibernéticas y por telefonía movil. La vida es emoción, pasión, incertidumbre. Es olvidar el intelecto y todo aquello que nos hace las cosas fáciles, y seguir nuestro corazón. No solo tendremos el contento de una vida bien vida, pero de un cuento de hadas hecho a nuestra medida. ¡Feliz Viernes! 😊
Kommentarer