A través de estos escritos trato de reflejar quien soy. El Viernes de Nicole ha sido mi escape, mi amigo; y, algunas veces, escribir estas líneas me han servido de psicólogo. Usualmente escribo lo que sé y hablo siempre desde la experiencia. A veces creo que podría escribir acerca de más temas y cambiar mi narrativa, pero de repente, perderían su sentido, que es exclusivamente traer alegría y dar la oportunidad de enfocarnos en lo positivo. Pero a veces, como en el de hoy, siento que no puedo quedarme callada.
Dicen que que las crisis nos obligan a hacer más con menos. Que algunos de los mejores proyectos surgen de las grandes dificultades. Y yo no puedo decir que esto no sea cierto. En medio de un mundo paralizado, he visto a una gran cantidad de personas reinventarse. He visto personas dejar a un lado títulos y adornos profesionales, poniéndose a hacer lo que sea por sobrevivir. Y la verdad, como humanidad nos debemos sentir orgullosos de esta habilidad de adaptarnos.
Todos hemos sido puestos, de una manera u otra, contra la pared en los pasados nueve meses. Los hondureños, luego de sufrir la misma pandemia que el mundo entero ha sufrido, fuimos azotados por dos huracanes catastróficos. Los huracanes no solo dejaron grandes estragos a su paso, pero dejaron dolor, muertes y pérdidas. No saben el sentimiento que yo tuve al ver a las personas que podían ayudar, genuinamente preocupadas por los terriblemente afectados por estas catástrofes. Nadie esperó a que le dijeran que ayudara, la gente salió por sí misma a ayudar.
Aquí pasó de todo en esos días y, cómo popularmente dicen en mi pueblo, “unos a la bulla y otros a la cabuya”. Así como había gente que estaba genuinamente lista para ayudar y otros para recibir la ayuda, había personas listas para abusar de esa ayuda. Había personas quedándose con las ayudas. Fueron un abanico de acciones las que tuvimos en las pasadas tres semanas, y no todas las más apropiadas. Sin embargo, no es mi deber ni mi motivación juzgar o acusar a través de este artículo, pero si de despertar conciencias. Después de todo esto, sin importar cuál fue el motivo que causó la ayuda, para mi lo verdaderamente importante es la acción de ayudar. La acción de llevar comida, alegría y esperanza.
Esta semana recibí una llamada de una persona a quien yo aprecio mucho. La llamada captó mi atención. Me dijo que ella se encontraba en una encrucijada cuestionándose las actitudes de las personas. Esas personas que ayudaban y comunicaban todo a través de sus redes sociales. Tanta fue su duda que comenzó a cuestionar su espiritualidad. A lo que yo muy indignada contesté, “Si usted se cuestiona su espiritualidad, USTED que está llamada a ser luz, ¿en qué estamos? Usted no puede dejar de creer porque las personas hagamos las cosas mal”. La persona muy humildemente me dio la razón. Finalmente, ayer leí un escrito por mi mejor amigo, el Padre Henry Asterio Rodríguez, en el cual hablaba las terribles actitudes que como sociedad habíamos tomado, dejando siempre la ventana de la esperanza abierta.
Yo caí en cuenta de esto al leer el artículo. Hemos hecho lo que hemos querido con esta tragedia. Unos se han lucrado, otros se han hecho populares y finalmente, la intención del servicio ha quedado relegada. He visto gente publicar enormes opulencias sin importarles que la cuidad de La Lima, aun hoy, siga bajo el agua. O que la Aldea La Reina en Santa Bárbara haya quedado totalmente soterrada después los derrumbes. ¿Dejamos de tener conciencia del daño y del dolor de nuestro compatriotas o simplemente decidimos que la vida sigue exactamente igual?
Creo que muchas veces se ha dicho e innumerables veces se ha intentado, pero si queremos cambiar a Honduras debemos empezar por cambiar nuestras actitudes. ¡Nosotros somos las personas que tienen esa potestad! Podemos cambiar opiniones y voluntades a través de una red social. Debemos empezar por ser agradecidos con Dios y con la vida por TODO lo que tenemos. Aun si tenemos un techo con goteras, dar gracias porque tenemos ese techo que nos cubre de tormentas más grandes. Debemos ser prudentes con lo que tenemos, porque si algo nos ha demostrado el 2020 es que todo se puede acabar en un abrir y cerrar de ojos. Debemos saber que el servicio a los demás es algo que no va a cambiar a las manos que lo reciben, pero que indiscutiblemente cambiará nuestro corazón y dejará una huella imborrable. No se trata de quien tiene el mejor pavo para el día de acción de gracias o la grandiosidad de nuestras mesas, pero de la grandiosidad de nuestros corazones para abocarnos a quien más lo necesita.
Sé que este es un viernes de Nicole algo duro, pero de todas las crisis y de todas las palabras se puede sacar crecimiento. Que en estos 27 días que nos faltan para terminar este año tan cuesta arriba, aprendamos TODO lo que no habíamos podido entender en los últimos nueve meses de encierro. Que esta crisis tan dura de plano nos ayude a hacer más con menos. (Más corazón y menos interés).
¡Feliz Viernes! 😊
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