La vida está llena de costumbres y normas que, para vivir en una sociedad en paz, son necesarias. Es más, cuando ingresas a la carrera de derecho en la clase de introducción al derecho te dicen, “la costumbre hace ley”. Honestamente, he estado al 300% de acuerdo con esta máxima, hasta muy recientemente.
Nosotros vivimos bajo una serie de normas sociales dentro de las cuáles podemos decidir encajar o decidir salirnos de ellas. Obviamente, cuando decidimos salirnos de estas normas impuestas durante tanto tiempo, nos convertimos en las ovejas negras y podemos ser vistos como lo peor que puede existir en el mundo.
Yo he sido siempre de la opinión de que la costumbre hace ley y creer que andarse con los pies juntitos, ser responsable, y vivir una vida sin ningún error, es la mejor manera de vivir. Quiero aclarar después de esta introducción que no es que me he perdido del camino, ni que me he vuelto una libertina, ni que he dejado de creer en todo lo que siempre he creído, porque no es así. Sigo siendo “bien portada”.
Recientemente una idea ha rondando mi cabeza. Algo que es totalmente inocente, sano y bueno. La idea ha medio rondado mi cabeza, y digo “medio”, porque no me atrevo a comentarlo por completo, sino que en dosis muy pequeñas, ya que cuando “medio” exterioricé mi pensamiento, de plano hubo varias opiniones. Opiniones sujetas a la costumbre y moral por las cuales yo me he dirigido, que honestamente me tomaron por sorpresa.
Me tomaron por sorpresa, porque por mi cabeza nunca cruzó algo malo, algo no sano ni algo inmoral.
Creo qué tal vez la razón por la cual me sorprendí es porque pudieran poner en duda de mi rectitud y mi camino. Hablé con una amiga que había pasado por algo similar y me dijo, “Mira man, la gente que te conoce jamás va a pensar mal y los que no te conocen pues no te importan. Así que hace lo que querrás y disfrútalo. Yo hice lo mío y tuve un poquito de miedo, pero todo salió bien. Así que dale viaje”.
De verdad, la platica con ella me esclareció un montón de cosas. Sin embargo, siempre con aquel sentimiento y miedo en el corazón de por qué podrían dudar de lo que yo pensara o hiciera.
La cosa es que, honestamente no podemos hacer felices a todo el mundo, no somos chocolate. No tenemos que vivir, actuar ni hacer las cosas exactamente como nos las han enseñando, perdiendo nuestra autonomía. No es que nos vamos a revelar, a hacer cosas malas, no. Podemos seguir un camino recto, conservando nuestra moralidad y pudiendo vivir experiencias maravillosas.
Que la opinión de otros pueda pesar mucho, pero jamás poner en tela de juicio nuestra moralidad o rectitud. No podemos dudar de nosotros mismos, por la opinión de los demás. A veces nos frenamos, nos inmovilizamos, aterrorizamos y dejamos de vivir por el temor a lo que nos puedan decir.
Todos tenemos derecho a cambiar de opinión. Todos tenemos derecho a poder vivir algo distinto manteniendo nuestros valores. Respetando la opinión de los demás, sin frenar nuestra vida. Nuestras decisiones podrán no ser las que mejor se vean ante los ojos de los demás, pero eso no quieren decir que sean incorrectas.
Así que como reflexión de este Viernes les puedo decir VIVAN. Respeten sus principios, sus creencias, sus costumbres, pero que éstas no limiten sus experiencias de vida. No dejen nunca de ser ustedes mismos por miedo a defraudar lo que la gente pude pensar de ustedes. No tengan miedo de romper una costumbre que se ha hecho ley, porque posiblemente esa ley no esté hecha para ustedes. Quienes los conocen no necesitarán la explicación y las personas que no los conocen, honestamente no importan.
¡Feliz Viernes! 😊
Photo by: Felipe Moreno
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