Hace algún tiempo me dieron el mejor de los cumplidos. Me enviaron una imagen con una frase de Joseph Kapone que decía, “Una mujer que lee es peligrosa, pero una mujer que escribe es una bomba atómica”. Mentirosa sería yo si no les confesara que a mi todo en el cuerpo se me encrespó cuando leí eso. Me sentía la Gabriela Mistral o la Isabel Allende de Honduras, jajaja. Me pareció tan acertada esa frase porque escribir lo que pensamos y sentimos es cuestión de valientes y someterla al escrutinio público lo hace mucho más atemorizante.
Debo decir que desde que yo me di la labor de expresar mis acontecimientos y sentimientos diarios tratando de dejar un sentimiento positivo en mis lectores, nunca he tenido temor de ganarme unas cuantas caras paradas, mensajes a veces no tan agradables y cierto resentimiento de algunas personas. Incluso una vez dije, “bueno, hay varios días en la semana que escoja un día y que ponga el blog y así me hace la competencia” (se lo altanero que esto puede sonar). Cuando se me dio ese cumplido, yo estaba totalmente en las nubes, sin embargo, creo que había olvidado la importancia de este cumplido recientemente.
Desde muy pequeña siempre he tenido una personalidad un tanto diferente a las demás personas. Me ha gustado la música que no es de tiempo, he leído libros más de lo que he salido y he sido medio anti social, algo con lo que mi pobre madre ha batallado constantemente. Siempre he congeniado mejor con las personas mayores que con las de mi edad. Siempre he tenido un punto de vista muy diferente de las cosas y nunca me había dado miedo vociferarlo.
Gracias a Dios maduré un poco, no puedo decir que completamente, pero si bastantito. Dejé de meterme en líos por decir exactamente lo que pensaba y cómo lo pensaba, de juzgar o criticar y simplemente observar. Honestamente, mi vida se volvió más fácil e incluso le comencé a caer mejor a las personas. Mi círculo se fue depurando y las personas que se han mantenido allí, lo han hecho a base de amor, cariño, paciencia y porque honestamente tenemos una amistad y un cariño transparente y somos sencillamente espectaculares. La luz siempre atrae más luz.
Hace poco se me dijo que yo me cohibía ante ciertas circunstancias o situaciones, que yo no era yo. Ante esta fuerte declaración yo me dije, “Bueno, de repente y es cierto. Tal vez, soy un poquito penosa”. Por algún tiempo yo consideré esto cierto. Me partí la cabeza pensando de qué manera podría ser más yo, sin embargo, siempre llegaba a la conclusión que yo me sentía bien, en paz y feliz. Yo miraba a la Nicole de hace unos años, y yo ni loca quería volver a ser tan peleona, gritona y honestamente un tanto odiosa como era. Yo me cuestioné muchísimo. Me sometí a mi propia “autoreferenciación” y dije: “Yo he evolucionado. Soy alegre, feliz, amorosa, ¿Por qué voy a cambiar todo eso por alguien que dejé atrás y que no era tan buena gente?”
El sábado estuve en un evento donde el amor y la alegría abundaban. Era en el lugar donde yo tenía que estar. Dios es tan fabuloso conmigo, que me puso amistades que tenía mucho de no ver, personas que aunque exista tiempo y distancia en medio de nosotros, era como si ni un tan solo día hubiese pasado. Ese sábado me sentí Nicole Vaquero en TODO su esplendor. No quería que se acabara. Cuando iba saliendo me encontré a un amigo espectacular. De él nació decirme, “Nicky sos una persona increíble. Sos una mujer pensante, que moves las redes. No tenes miedo de decir lo que pensas y transmitís honestidad, amor y paz a través de tus Viernes de Nicole. Tenes todo, belleza, inteligencia, temor de Dios. No sos perfecta, obviamente nadie lo es. Tenes cualidades especiales y nunca te tenes que sentir que no diste el ancho, que no fuiste suficientemente vos”.
Entonces sonó en mi cerebro la campanita recordándome el cumplido que hace tanto se me había dado, que en serio yo soy una bomba atómica, en el mejor de los sentidos. Jamás había tenido miedo de expresar mis sentimientos ni mis pensamientos. Entendí que mi evolución era algo bueno. Que esa paz que sentía y la ausencia de criticar o pelear eran parte de mi crecimiento personal. Nunca había tenido dudas de quien era y que dejarlas entrar por pensamientos externos no era la mío. Estaba dudando de mi capacidad de dar, de sentir, de ser yo, e incluso de lo que escribo cada viernes. Me di cuenta que pese a todo, yo soy yo, y no sé fingir algo que no soy. Mis viernes revelan exactamente quien soy, a veces prudente, a veces un poco hormonal, rota o dudosa por ratos, pero una mujer que no tiene miedo a hacer o decir lo que piensa.
Nunca podemos dejar de ser nosotros mismos por lo que otros digan o piensen de nosotros. No podemos permitir que la duda entre. Nosotros no nos podemos apagar por la opinión de otro sobre nosotros. Lo que otros piensen de nosotros no determina quiénes somos, no nos define. Dejar entrar esos pensamientos y poner en tela de juicio nuestro crecimiento nunca debe de ser una opción. Pablo Neruda escribió, “Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y esa, solo esa, puede ser la más feliz o amarga de tus horas”. Encontrarnos con nosotros mismos es eso, sentirnos en extremo orgullosos de quienes somos, de nuestro camino, de lo que hemos alcanzado, y ese solo puede ser un sentir propio, no puede ser determinado o descrito por nadie más.
En esta hora de mi vida estoy en el feliz encuentro de que a veces un poco loca y poco rota, pero, “¡Hoy soy yo! ¡Eso es más cierto que cierto! ¡No hay nadie vivo que sea más yo que yo!” ¡Soy una bomba atómica!
¡Feliz Viernes! 😊
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