No sé si se han percatado, pero desde hace 7 semanas, casi 8, mi participación en las redes sociales ha sido muy escueta. De hecho, borré por completo las aplicaciones, tanto de Facebook como Instagram, de mi teléfono. Mi única participación en Facebook ha sido de subir el blog de todos los Viernes en la página de El Viernes de Nicole, y aun así no lo hacía yo, pedía ayuda de un amigo cercano.
Se preguntarán ustedes, “¿Pero y a esta loca qué fué lo que le pasó?” Tuve varias personas cercanas a mi diciéndome, “¿Estas bien? Hace días no veo que subís nada”. O “¿Soy yo o ya no sos Blogger?”
La verdad, si me sorprendió la cantidad de gente que me escribía para saber si yo estaba bien y si El Viernes de Nicole sobreviviría. Es bueno saber que uno es extrañado. La razón por la cual me aparte por completo de las redes sociales fue por hacer ayuno.
Yo sé que normalmente los ayunos consisten en dejar de comer algo que nos encante o hacer un gran sacrifico. Sinceramente, para mí el ayuno de comida no supone una gran mortificación. Yo sé que es efectivo, pero cuando yo lo hago, no siento que me esfuerce, no siento que me cueste. Siempre he dicho y he pensado que el ayuno sin oración es dieta. Así que me dispuse hacer un ayuno de algo que simplemente ya es parte de mí, algo que es parte de cada ser humano hoy en día, y estas son las redes sociales y el Netflix.
Cuando me dispuse hacer el ayuno el 11 de noviembre, jamás nunca imaginé lo difícil que sería. Yo tenía una intención y estaba pidiendo una respuesta a Dios. Así que comencé el camino. Muy temprano en la mañana ofrecía mis oraciones y luego en todo el día no pecaba de usar Facebook ni Instagram. Por las noches volvía a mis oraciones y no encendía el televisor ni para Netflix ni cable.
A medida los días fueron pasando, la dificultad y curiosidad a la vez fueron pasando. Me comencé a dar cuenta de cuán adicta era a postear, ver y estar “en contacto” con la gente. Me di cuenta de cuánto estaba perdiendo de leer, orar y vivir más presente de mis realidades. Me di cuenta de que tan consumista me había vuelto de solo ver publicaciones y cuánto deseaba cosas que no necesitaba.
Yo había pensado que una vez tuviera la respuesta de Dios, dejaría el ayuno. El día en el que buscaba mi respuesta a lo que yo había estado solicitando a Dios, llegó. Sin embargo, sentí una necesidad de persistir y continuar mi ayuno. Entendí que debía llevar mi ayuno hasta que el adviento finalizara.
Me pasaron cosas tan, pero tan bonitas, y no podía compartirlas. Quería postear mis frases motivacionales para terminar el año con toda la actitud, y no podía. Me moría por ver una serie que todo el mundo me comentaba y mejor me hacía la loca. Así pasaron estos días. Gente que me preguntaba, “Hey, ¿viste qué tal cosa?” Y yo respondía “No”.
Por primera vez en muchas navidades, no he ido como loca a comprar cosas que “urgentemente necesito”. Dejé de ver la vida de otros y me concentré en la mía. Entonces entendí el porqué de mi ayuno. Para llenarme y recibir al niño Jesús en mi corazón, tenía que vaciarme de las cosas del mundo.
Hoy en día, vas a un restaurante, ves a una familia y todos, desde la mamá hasta el más chiquito, están en sus teléfonos. Las personas hoy en día consumen cosas que no necesitan porque ven que otras personas tienen maravillas y ellos también las quieren. Nos interesa más compartir la vida con seres humanos que no conocemos, en lugar de realmente vivir y saborear cada momento que tenemos con los nuestros. Dejamos de atesorar bienes en el cielo por buscar bienes que fácilmente perderemos aquí en la tierra. Nos alejamos realmente de nuestra esencia por materializarnos.
Si realmente hacemos un alto, nos damos cuenta de lo esclavos que nos hemos vuelto de las redes y de las series. Preferimos hacer planes de vernos una serie de 300 episodios en un fin de semana, que dedicar tiempo a nuestros seres queridos o incluso a nosotros mismos.
El adviento es una época maravillosa. Nos damos cuenta de cuán amados somos. De cuanta luz y alegría hay en el mundo y está disponible para nosotros. Que alejarnos un poquito de aquello que nos distrae limpiará nuestra mente, alma y corazón y nos acercará un poco más al amor. Hay que hacer espacio para llenarnos de todo lo maravilloso que la vida nos tiene preparados.
Este domingo, volveré a las redes. Estoy muy feliz y a la vez un poco nerviosa. Feliz porque podré compartir mis aventuras y mis experiencias con ustedes, pero a la vez un poco temerosa de llenarme nuevamente de aquello que me aparta de vivir cada momento con la mayor intensidad posible. A mi, este ayuno y este sacrificio me han encantado. No solo por la respuesta tan hermosa que recibí de Dios, pero porque también Dios me quiso acercar un poco más a ÉL y que dispusiera mi corazón para que ÉL pudiera nacer dentro de mí.
¡Feliz Viernes y Feliz Navidad! 😊
Foto por: Felipe Moreno
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